CAPÍTULO 06

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✧✧Insolente✧✧

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✧✧Insolente✧✧

Herodes

Reviso la MacBook que tengo sobre las piernas. Ya estamos a nada aterrizar y me mantengo trabajando mientras disfruto de un trago de coñac.

Tengo una rara sensación en la garganta, trato de desaparecerla a toda costa, pero no lo consigo ni siquiera con el chicle que comienzo a masticar.

La mitad de mis guardaespaldas regresaron a Canadá y conmigo van los que restan, entre esos algunos nuevos y los de confianza que me sirven desde que tomé el mando.

Dejo que la azafata se lleve el aparato, recuesto la espalda en el sofá y cierro los ojos queriendo bajar el sofoque que tengo desde ayer ¿Y todo por qué?: porque tengo una disléxica guardaespaldas que al parecer no se le graba en la cabeza las reglas que debe cumplir, hace todo lo contrario. Todavía siento como si sus ojos estuvieran sobre mí y es muy incómodo, es como si tuviera una mirada maldita.

Detesto que con la mirada me escudriñen más de lo necesario, es algo que no tolero y sobre todo en las personas que siempre estarán conmigo por cuestión de seguridad.

No pienso seguir soportando estupideces así que esto debe acomodarse o la rotaré por alguien más.

Me acaricio la cien cuando el dolor de cabeza quiere hacerse presente. No he tenido un descanso como tal, llevo una semana resolviendo asuntos importantes que requieren de mi presencia, precisamente a eso voy de camino a Londres.

«Mi rutina diaria» vivo de trabajo en trabajo.

Bajo del jet y me acomodo el blazer. Quiero fumar, pero me contengo y subo a la camioneta que espera por mí, resguardan el perímetro y me concentro en el teléfono a medida que nos adentramos a las calles de Londres.

Bajo en frente de una de las tiendas de marca, haciendo una parada para equiparme con algo y distraerme un poco. Dos de mis hombres me siguen cuando me adentro en busca de algo casual que no me de calor o incomode a la hora de tener que matar a alguien.

La comodidad es primordial.

—Ya está listo el probador, señor —me avisa una emplead.

Mi presencia la pone nerviosa, tanto así, que tiene las mejillas acaloradas y la mirada gacha.

Avanzo por donde me indica y entro al probador, elijo lo que me gusta, no es mucho tiempo el que duro ya que en menos de nada estoy en el hotel, como algo, tomo una ducha y me visto con los vaqueros, camisa ceñida a juego con las botas. Veo la hora en el Rolex que tengo en la mano y salgo.

Me paso las manos por el cabello cuando bajo frente al enorme establecimiento con función de bar y burdel.

Enciendo un puro, me abren las puertas y la música es lo primero que captan mis oídos a medida que avanzo por el pasillo de luz tenue; morada y roja. Sigo el camino hasta que el sitio se expande mostrando un lugar enorme y lleno de mesas, mujeres, alcohol y buena música.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora