CAPÍTULO 56

126K 8.1K 6.4K
                                    

✧✧Entrenamiento✧✧

Herodes

Cargarla no es muy difícil, en mis hombros he subido cosas más pesadas y ella no es impedimento para mí que me adentro en el bosque por el cual debemos caminar por un día hasta llegar a nuestro destino.

—¿Qué vamos a hacer? —indaga cuando la bajo.

«Ya va a comenzar modo locutora preguntadora» debí traerme una mordaza.

—Herodes...

—Deja de llamarme por mi nombre. —le lanzo su bolso, el mío me lo engancho en el brazo, empezando a caminar.

—No me ignores, no cuando me intentas llevar quién sabe a dónde— me sigue, esquivando las ramas.

—Creo que sufres de Alzheimer. Sabes para qué estás aquí y sigues preguntando, ¿te gusta molestarme o enserio tienes un problema?

—La primera, pero en este momento solo quiero saber— espeta de mala gana, caminando detrás de mí—. Herodes...

«Si la ignoro tal vez se digne a cerrar la boca»

—¡Espérame!

Paciencia, necesito paciencia con ella.

—Joder, espérame...

Exhalo, sacando el aire que tenía acumulado.

—Entonces me quedaré aquí si no piensas esperarme. —sentencia.

En lo que me vine a meter con esta loca.

—No juegues con mi paciencia, Adler. Camina antes de que te azote.

No dice más nada y agradezco a los cielos porque puedo seguir adelante hasta que... El silencio se extiende y no siento sus pasos «Se la llevaría un animal rabioso» no creo tener tanta suerte así.

Me giro comprobando que no me sigue y debo devolverme con la molestia carcomiendo mis entrañas y las ganas de darle un buen castigo por hacernos perder el tiempo.

Tomo el camino por donde venía, me sé perfectamente estos lares y la hallo cruzada de brazos; recostada en el tronco de un árbol.

Me mira, molesta, haciendo un puchero de disgusto que me hace doler los testículos porque se ve tan inocente, y claramente no tiene nada de eso, del cuello para abajo no lo demuestra porque su cuerpo y el uniforme se complementa destilando: sensualidad y peligro.

—La única manera de que te siga, sería que me cargues un par de metros —me dice— Tengo sueño, aún no amanece y no me apetece caminar.

«Lo que me faltaba»

—¿Te estás metiendo algo raro?

Rueda los ojos, con hastío.

—Tu polla, es lo único que me meto y la última vez casi me partes en dos, si no es que en tres.

—Camina.

—No.

—No lo vuelvo a repetir.

—No hay necesidad, vete y déjame aquí, me regreso o dejo que un animal me coma.

Su mirada retadora solo me da ganas de desnudarla y pegarla contra el tronco mientras le doy duro. Pero la última vez perdí los estribos y volverá a suceder si no avanzamos.

—Caminas o te obligo a hacerlo.—amenazo.

—No. Voy. A. Caminar...—pronuncia de manera pausada y fría.

Aprieto la mandíbula y me voy contra ella, tomándola, la subo en mi hombro y echo andar, complaciendo su lado mal acostumbrado. No estoy para estupideces, no puedo castigarla y debe si o si ir conmigo, de nada valdrá haberla traído si no la entreno.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora