Epílogo

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Herodes

Un mes después.

Mis extremidades no se mueven, pese a que mi cerebro manda las órdenes necesarias.

Los ojos me pesan, me siento físicamente agotado pero mentalmente agitado por la cantidad de sueños que he tenido y de los que sentía que no saldría porque en estos momentos siento que estuve sumido en un bucle sin salida que recién abandono sin saber en donde.

La excesiva luz llega a mis párpados obligándome a apretar los ojos y abrirlos lentamente  viendo como todo se va aclarando entre vueltas borrosas que poco a poco se van juntando hasta que capto la figura moverse acomodando algo sobre un pequeño armario «Una enfermera» «Estoy en una habitación de hospital».

Un agonizante sonido comienza a pitar haciéndome doler la cabeza y eso me agita repentinamente causando que respirar duela. La mujer se percata y asombrada me mira, apresurada busca la puerta y sale dejándome con ganas de echar abajo la jodida máquina que sigue emitiendo mis latidos cardíacos. Intento moverme pero no puedo, parece que me arrolló un camión y debilitó mis músculos.

Elevo un poco la cabeza y miro la venda que me rodea desde los pectorales hasta el ombligo. Rápido trato de recordar, pero parece que mi cabeza se borró todo y cuando llegan los recuerdos eso empeora mi estado y la máquina sigue y sigue. El doctor llega, me revisa el pulso, los ojos y me pregunta un sinfín de cosas que no respondo y menos cuando mi cabeza comienza a procesar todo... Los disparos, ella....

—Señor Blackwood, respire, no se agite— pide.

La mujer se mueve por no sé qué pero regresa, me comienzan a pasar un tratamiento por la aguja del brazo y eso va calmando el dolor de cabeza con el pasar de los minutos hasta que puedo hablar sin sentirme con un puñal en el cráneo.

—Llama a alguno de mis escoltas— me acaricio la sien.

—Primero lo pondré al tanto de su salud, es la prioridad.

Asiento para que lo haga.

—Primero que nada, soy el doctor Isaías Black, estoy aquí para atenderlo solo a usted y cuando llegué el primer día, estaba grave, con dos disparos recién operados y los cuales no fue fácil sacar y tampoco tratar. No sé qué especie de armas lo hirieron pero le causaron una hemorragia delicada, duró días presentando convulsiones, fiebre de más de 39 y pesadillas que me llevaron a sedarlo, no obstante le ví mejoría, pero al quitarle el tratamiento, desde ese entonces no despertaba, tuve que pedir hacerle estudios cuando la fiebre y las pesadillas regresaron, sin embargo, no despertaba, no reaccionaba— se mueve viendo una carpeta—. Estuvo en un estado de coma muy extraño y hasta ahora despierta. Necesito saber que siente, si tiene alguna incomodidad muscular....

El desconcierto me toma de momento y lo corto alzando la mano.

—¿Cuánto tiempo estuve dormido?

Cierra la carpeta acomodándose los lentes.

—Un mes y varios días.

La respuesta me hace doler el pecho.

—Necesito a uno de mis escoltas. ¡Ya!

Intento moverme, reincorporarme pero mi cuerpo no reacciona cómo debería y eso preocupa al doctor que pide hacer otros estudios pero yo no quiero nada, solo necesito...

—Señor— Dan entra con expresión de alivio—. Por fin despierta ¿Desea algo?

—¿En dónde está Adler?

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora