CAPÍTULO 77

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______✧✧Indiscutible✧✧_______

Venus

Como un cordero ansioso y atrapado, así me siento, y no debería, yo nunca he sido la presa, no me permito sentirme así, pero esa confesión me causó un revoltijo amargo en el estómago. Ya no puedo verlo igual, no después de que su boca saliera todo eso...

Sin embargo, no hay vuelta atrás, no puedo darme el lujo de cambiar mis decisiones y que algo salga mal, todo juega en mi contra y detesto eso porque tengo demasiadas dudas con respecto a tantas cosas.

Hace media hora que llegamos a Kiev, y sigo en la casa, sin poder bajar a la fábrica, Mario me pidió ayudarlo en algo, mi jefe subió tal vez a ducharse y Dan es quien se mantiene conmigo en el sofá de la sala. El escuadrón si bajó, y yo aquí, mirando la porcelana de una estatua. Tengo hambre, estoy cansada y debo levantarme a caminar o el sofá me va a tragar, aunque no sería mala idea en estos momentos.

Reviso el brazalete, el teléfono, veo el techo, me miro las uñas que aún siguen casi intactas desde la misión en las Vegas.

Me voy a la cocina, mi pobre estómago ruge, debo probar algo, estar tanto tiempo sin comer, no me resulta bien, ando como perra rabiosa y así nadie me soporta.

—Papas fritas con ketchup y mostaza —le pido a la empleada.

Me mira extraño, como si no creyera que estoy pidiendo eso.

—¿Tengo algo en la cara?

Se apresura hacer lo que pedí, espero unos minutos, es tan amable en prepararme una salsa de queso y atenderme bien, cuando termina, como con un vaso de jugo. Lavo lo que ensucié aunque se ofrezca a hacerlo, con esto consumo el tiempo que debo esperar porque en la sala aún no está mi superior.

Dimitri se me acerca, debe tener hambre y me regaño mentalmente porque no ordené bajar su comida del auto.

—Ven conmigo —le pido a Arturo cuando lo encuentro.

En la cajuela sigue la nevera portátil con la carne especial que mandé a empacar cuando salimos de Montreal. La saca, la deja en la cocina y busco un plato encargándome de alimentar al perro que acaba y me mira, le doy agua, lo limpio con las toallas húmedas antes de salir.

—Saldremos, alístate —me avisa Mario, se duchó y cambió. Hasta ahora viene y me lo dice, cuando sabe que una mujer no es rápida y tardaré mi tiempo-. Que sea rápido.

—¿Nos vamos ya?

—En 15 minutos.

Eso si mi jefe no baja antes.

—Usaré una de las habitaciones— y rezaré para no encontrármelo en el pasillo.

Con equipaje en mano, subo, Dimitri me acompaña y paso rápido por la puerta que ya conozco. Entro a la habitación que usé la última vez, me despojo de la ropa y me meto a la ducha. No me lavo el cabello, tardaré más tiempo, lo que sería aguantar regaños, solo lo ato en una coleta alta, me aplico algo de maquillaje ligero, uso un juego de bragas grises y me aplico crema por todo el cuerpo terminando en el vientre, frotando suavemente mientras me miro en el espejo.

—Aún no se nota y me siento gorda —me pongo de medio lado—. ¿Crecerás mucho? ¿Umh?

Sonrío respirando hondo, «Estoy demasiado encariñada y ansiosa», pero no puedo evitarlo, me gusta como me siento desde que sé que está ahí dentro, la sensación de soledad mermó mucho.

Uso un par de vaqueros rasgados, una camisa mangas tres cuarto y el sujetador del torso; me guardo las dos armas y me pongo los botines de tacones. Recojo la chaqueta y el teléfono antes de salir guardando el aparato en el bolsillo pero quisiera que la tierra me trague cuando la puerta del infierno se abre y sale lucifer vistiendo un pantalón ceñido y una camisa beige con las mangas arremangadas en los brazos.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora