CAPÍTULO 25

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✧✧ Euforia ✧✧

Herodes

Definitivamente no entiendo a las mujeres ¿Quién lo hace?

Sigo caminando detrás de la ebria que busca en dirección contraria la camioneta que se encuentra del otro lado, pero está tan pasada de tragos que no sabe ni siquiera para dónde está caminando.

No sabe tomar, ni siquiera fue más de una botella y ya está borracha.

Se detiene un par de veces, mirando hacia todos lados como un cachorro perdido, se pasa las manos por el cabello mientras que con la otra sostiene el dinero, el pequeño bolso le cuelga en un brazo y lleva la chaqueta en la mano junto con el maletín. No sé qué me estresa más, si el que esté ebria o la camisa de tirantes que lleva puesta.

Recuerdo claramente haberle ordenado no usarlas.

Me pellizco el puente de la nariz mirando como camina a tropezones, en cualquier momento se irá de bruces al piso. No entiendo cómo puede seguir de pie y caminando como una modelo. Suspiro cansado, manteniendo la distancia para que no note mi presencia y poderme seguir riendo mentalmente de cómo sigue buscando y maldiciendo por lo bajo.

Me guardo las manos en los bolsillos de la chaqueta, la observo sin perderla de vista. Debería estar allá adentro y no aquí cuidando a una ebria loca, porque eso es, además de ser insolente y desobediente; el combo completo tiene esta mujer: para ser un dolor de cabeza.

Dos sujetos se le acercan y los señala como si eso los fuera a detener.

Aquí puede haber personas con dinero, pero algunos son violadores que esperan el momento de ver a una mujer sola y sin escoltas. La pelirroja es letal, sí, se sabe defender y fácilmente puede acabarlos, pero en sus condiciones no creo que sea capaz de mucho. Aun así, me mantengo a raya mirando lo que pasa hasta que uno la toma del brazo, dejando que otro le arrebate el maletín y la chaqueta.

Ella se mueve, eufórica, tratando de soltarse, pero la sacuden, mirándola con ganas y encendiendo mi molestia. Me paso las manos por el cabello acercándome.

«¿Qué mierdas estoy haciendo? Yo no la mandé a embriagarse».

—Lárguense —espeto mirando al que la sujeta.

—Oblíganos.

Se ríen, el otro sostiene el maletín con la chaqueta, y quiero creer que sufren de alzheimer o algo parecido. Ella vuelve a moverse alejando al sujeto, se tambalea y soy rápido sacando el arma, soltando varios disparos...

El que sujetaba el maletín, cae y tomo a su compañero poniéndolo contra el suelo clavándole el arma en la boca, el disparo esparce la sangre, y con asco limpio el arma en su camisa antes de levantarme y guardarla.

Tomo del brazo a la loca, parece volver a la realidad, se mueve rápido y no sé de dónde sacó los reflejos cuando... el rostro me queda de lado con la mejilla ardiendo por el impacto de la bofetada que me acaba de dar y enciende mis ganas de matarla.

La suelto y retrocede mirándome con la boca abierta, me acaricio la zona afectada y reprimo las ganas cuando estalla en risas, se tambalea otra vez alejándose de los cuerpos muertos y dejándose caer de rodillas riendo como loca.

—Tenía días queriendo hacer eso, ¡OH POR DIOS SANTÍSIMO! acabo de abofetear a Herodes Blackwood —estalla en risas.

Suspiro profundamente, dos hombres de seguridad se acercan y miran a la mujer que se ríe como retrasada mental, me aseguran que se encargarán de los cuerpos y solamente quiero irme y más cuando la veo que se acuesta en el piso, riendo como si estuviera en una cama y no en un estacionamiento.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora