CAPÍTULO 12

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✧✧ Maldición ✧✧

Herodes

Un día completo sin descanso, metido en una de las empresas y resolviendo lo que nadie más puede hacer por mí «Mucho estrés y ganas de mandar todo a la basura» ¿Y qué pasó? Las traicioneras ganas de follar me bloquearon el cerebro y heme aquí en Tailandia buscando el coño de la mujer que se queda dormida en mis brazos después de actuar como una necesitada.

Debo sostenerla bien para que no se caiga. Entierra el rostro en mi cuello y se aferra como una garrapata con hambre «Esto es el colmo».

Nunca dejo que nadie me abrace. Lo odio.

Todo se apaga y la incomodidad llega haciéndome hervir la piel por tener su cuerpo contra el mío y sus brazos alrededor de mi cuello. Debería lanzarla al suelo, pero en vez de eso, camino cruzando la puerta, sobre la cama y me paso las manos por el cabello, controlando las malditas ganas de romperle ese coño.

Debo controlarme ¿Qué mierdas me pasa?. La boca me sigue ardiendo. No dejo de pensar en el beso, tenerla aquí, a mi merced, no ayuda a mis pensamientos.

Salgo de la habitación, me sirvo un trago de una de las botellas que están sobre la mesa. De momento hace más calor del esperado y debo quitarme la camisa dejándola de lado.

Debería regresar allá y echarla. Esta cabaña es para mí uso, nadie sabe que estoy aquí, llegué hace unos minutos, los del escuadrón deben de estar demasiado ebrios como para hacer uso de la razón, eso me quedó claro con la maniática que tengo a unos pocos metros y al ver a Giovanny en el bar con dos putas. «Disfruten mientras puedan» ¿Desde cuándo los guardaespaldas tienen este tipo de beneficios?

No debí mandarla a llamar, mala idea.

Sacudo la cabeza, me dejo caer en el sofá empinándome la botella de whisky, necesito un respiro, olvidarme de todo por un rato; quiero zurrar, azotar y follar, pero no me apetece una puta por ahorita, ya suficiente tengo con la ebria que está durmiendo en la habitación que se supone es mía. Tendré que quemar las sábanas para borrar su olor, también la ropa que llevo puesta, huele a ella y a playa.

«Vaya noche»

Debería hospedarme en otro hotel, pero normalmente venía a este cuando era niño; conozco al dueño, tanto que no me fue difícil conseguir la mejor cabaña sin excusas por parte de nadie, aunque no debo mover un dedo, mis hombres de confianza se encargan de todo hasta de traerme el maletín de la habitación en donde se queda la maniática.

Tantas son sus ganas de descansar que lo dejó mal guardado.

Las horas pasan y me mantengo mirando la playa, mi cuerpo pide aire fresco, estoy tan tenso que no me queda de otra que seguir aquí, tomando y revisando el teléfono; buscando distraer mi cabeza para no pesar e ir a hacer lo que no debo.

Amber está en Tokio y me insiste en despejar mi agenda para estar en Montreal cuando lleguen Dwayne y Lucinda; eso es lo que menos quiero. Mejor me mantendré alejado durante una semana si es posible, tengo cosas más importantes que hacer como para estar viéndoles las caras a esos dos. «Los prefiero lejos como acostumbran a estar»

Veo la hora en el reloj de mi muñeca, son las 4 de la mañana y parece que pasaré otra noche en vela; normalmente no descanso o concilio el sueño como se debe. No sé qué me sucede, voy de mal en peor.

—¡Auxilio! —chillan, haciéndome girar la cabeza en dirección a la habitación «Se despertó la maniática»— ¡Auxilio me quiere matar!

Los gritos siguen, rebotando en las paredes, aturdiendo mi poca paciencia, esa que se va cuando suspiro y dejo el teléfono y la botella de lado, antes de levantarme a ver que le sucede a esa loca. Vuelve a gritar en ruso como si pensara que tal vez nadie entiende lo que está chillando como cabra loca, en varios idiomas y por último en italiano.

APOCALIPSISDonde viven las historias. Descúbrelo ahora