XXIV

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—Y-Yo lo intenté, pero ya no más, Luz, a Matthew no le importamos —pronunció afligido, apoyando contra su mejilla un paño frío, para bajar la inflamación de su rostro.

Desde ahora no volvería a intentar más acercarse a él, porque era evidente que no le interesaba la bebé, que era un tipo violento que podría representar hasta un riesgo para la niña. Continuaría con su vida solo, y sin el apoyo económico de Matthew.

No podría disfrutar de Luz como hubiese deseado, ya que tendría que trabajar luego de tenerla... Y aún no sabía cómo le daría la noticia a sus padres.

Se suponía que él iba a viajar luego de sus exámenes a su casa, para pasar las fiestas de Navidad y año nuevo con su familia, pero el nacimiento de la niña era cercano para entonces.

—Todo se pondrá muy difícil cuando tus abuelos lo sepan, bebé —suspiró acariciando su vientre con su mano libre.

Sólo esperaba que no se pusieran muy molestos con él, lo que menos necesitaba era más desprecio en su vida.

***

—Semanas después—

No importaba lo que se pusiera, su panza ya no podía ocultarla ni con ropa holgada, se veía de todos modos, y encima era desproporcional con su cuerpo delgado. Si fuera mujer, cualquiera deduciría que estaba embarazada, pero al ser un chico, no tenía sentido.

—Ya falta menos para conocernos, Luz —sonrió saliendo de su departamento con pasos lentos.

Sí, su panza pesaba más que antes, y aún le quedaban unas siete semanas más para que naciera la bebé. Pero ahora no pensaría en eso, sólo en salir a dar una vuelta y comprarse un batido.

Llevaba días con ganas de probar un batido de fresas, crema y chocolate que había visto en una promoción de televisión, y ahora que sus padres le habían depositado lo del mes, podría comprarlo.

Ya tenía todo listo para la llegada de la bebé, gracias a Marina y Catalina, que se habían ocupado de comprarle las cosas a la niña. Su cesaria estaba programada para el veinte de diciembre, su hija sería su regalo más bonito.

***

Necesitaba tanto tomarse una cerveza, algún licor, algo fuerte que le ayudara a aliviarse el maldito dolor que sentía en su pierna. A veces ni los analgésicos le servían para ello.

Desde que se había ido de la clínica, su padre no le había vuelto a hablar, y su madre solo había ido una vez al hospital, a decirle que podía quedarse con la casa donde estaba viviendo, ya que estaba a su nombre.

Y aunque por orgullo Matthew se había negado al principio, ahora que le habían dicho que tenía el alta para irse del hospital, y continuar con visitas semanales, no le había quedado más que regresar.

Sin nadie que estuviera para ayudarlo, las actividades más básicas se habían vuelto un reto, como ir al baño, o bañarse. Su pierna izquierda seguía con clavos, la derecha tenía movilidad, pero con sus brazos aún adoloridos, y sus huesos sanando, nada era fácil de hacer.

No tenía nadie que limpiara, ni hiciera las compras, ni cocinara... Estaba completamente solo, y eso lo estaba sumiendo más en depresión.

Si no fuera por la beca que aún mantenía gracias a sus calificaciones, ni siquiera tendría dinero para poder pedir por envío la comida diaria.

  ...

Papá No Soy Un ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora