XXXI

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Año nuevo, vida nueva, y nunca mejor dicho para Alex, que ahora tenía a su lado a su hija. No podría seguir estudiando, ya que tenía que trabajar, y el tiempo sobrante, se lo dedicaría exclusivamente a Luz.

Gracias a Marina, que se había vuelto una especie de angel guardián para él y su bebé, había conseguido un trabajo como cajero en el supermercado de un amigo de ella.

La paga no era muy buena por ser nuevo, pero serviría para costear los gastos por un tiempo, hasta que Luz fuera un poco más grande.

Si bien aún no había comenzando, y tenía su puesto asegurado para mediados de febrero, cuando la bebé al menos tuviera más de un mes, ya había empezado a prepararse psicológicamente para dejarla.

Catalina le haría de niñera las seis horas que Alex trabajaría. Y aunque confiaba en su amiga, se sentía muy afligido por tener que dejar a Luz siendo tan pequeña.

Su bebé estaba todo el día con él, en sus brazos, y tendría que dejarla por más de seis horas, dónde no podría alimentarla.

Papi no me gusta esto.

—Mi amor, tienes que tomar el biberón —pronunció frustrado, mientras la bebé se negaba a tomarlo, llorando—. Yo sé que no es como la teta, Lucecita, pero mientras yo no esté, debes tomar biberón.

Y al ver que la niña se ponía afónica de tanto llorar, dejó el biberón sobre la mesa de noche y se levantó la camiseta, dándole el pecho. Sólo así, la pequeña se calmó.

—Me haces sentir como el malo de la película —pronunció afligido, limpiándole las lágrimas que habían quedado acumuladas en sus ojos—. Tú sabes que yo te amo demasiado, Luz, pero es necesario que tomes el biberón. Serán muchas horas las que estaremos separados, y tú debes comer.

***


—Matt ¿Qué te pasó? —preguntó desconcertada Marlene al ir a la casa del castaño y ver el estado en que se encontraba tanto Matthew como su hogar.

—Me quebré la pierna en tres partes, pasa.

La muchacha asintió con la cabeza, sin poder salir aún del asombro. Cómo había terminado con sus exámenes antes, y promocionado sus materias, Marlene había regresado a su hogar a mediados de octubre. Y luego se había presentado a rendir únicamente los exámenes finales, sin poder cruzarse con Matthew hasta que ahora, que había regresado.

—¿Por qué no me contaste antes que te habías accidentado? ¿Estás solo?

—Porque no quería molestar a nadie. Y sí, estoy solo. Pero ya he aprendido a manejarme por mi cuenta.

—De todos modos te ayudaré. ¿Almorzaste ya?

—No, aún no. Me desperté cuando me llamaste y me dijiste que habías vuelto.

—De acuerdo —le dijo mirando a su alrededor, antes de observar a Matt—. Escucha, haremos esto y no me interesa si estás de acuerdo o no. Tú te quedas en el sillón ese, descansas tu pierna, y mientras preparo el almuerzo, limpio un poco.

—Mar, no te pedí que vinieras para-

—Lo sé y no me interesa, de todos modos te ayudaré. No entiendo porqué no me dijiste antes —pronunció dirigiéndose la sillón, quitando las latas vacías de cerveza y acomodando los almohadones para que Matthew pudiera acostarse—. Eres idiota ¿Lo sabes?

—Sí, soy demasiado imbécil.

—Exacto, ven aquí —le dijo golpeando suavemente uno de los almohadones.

—Creo que eres la única amiga que tengo, Mar —pronunció bajo.

—No creo eso, pero a veces las personas están muy ocupadas en sus vidas como para ayudar a otros —sonrió—. Ponte cómodo y no te preocupes por nada, yo me encargo.

—De acuerdo, y Mar... ¿Recuerdas la historia que me contaste del pueblo de tu abuela?

—Mm ¿Cuál? —le inquirió curiosa, regresando de la cocina con una bolsa para ir tirando las latas y botellas vacías.

—Esa absurda de los hombres embarazados.

—Ah si ¿Qué hay de eso?

—¿Qué tanto crees tú en eso?

—¿Por qué me preguntas eso? —le preguntó sin mirarlo.

—Tengo ciertas sospechas.

—Bueno, yo creo que hay cosas que son simplemente incomprensible.

...

Papá No Soy Un ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora