LXI

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Siento tanto que tu vida sea tan vacía, que intentes llenar los huecos con dinero y lujos, cuando lo único que realmente necesitas, es amor.

Siento tanto, hermano, que tu mamá no te criara con amor, con las únicas figuras cariñosas que tuviste en tu vida, fueran nuestros abuelos, que sólo te llenaron la cabeza con ideas banales y odio hacia nosotros... Odio hacia a mí.

Pero sobre todo, siento mucho que papá no pudiera quererte como merecías. Que papá pasara sólo las fiestas y cumpleaños conmigo, y no contigo. Me duele tanto que no sepas lo que es un abrazo de papá, un beso, unas palabras de aliento, cuando crees que todo está mal, cuando tienes miedo.

Papá se equivocó mucho contigo, él tendría que haber actuado de otro modo, pero su inmadurez, su necedad, lo cegaron, sin dejarlo ver qué tú también eras una víctima en todo esto.

Ramsés, intenté tantas veces acercarme a tí, e incluso sin papá, para que no estuvieras a la defensiva, para que tal vez, de ese modo, te sintieras cómodo conmigo solo. Pero tú sólo me alejabas, siempre lo has hecho.

Tú sólo me culpas por los errores de papá, cuando yo lo único que quiero, es tener a mi hermano conmigo.

***

En la ciudad había una especie de feria en la cual Luz participaría, vendiendo algunos pasteles y panes. Una de sus compañeras de escuela necesitaba una operación muy costosa, y sus amigas se habían propuesto recaudar fondos en beneficencia.

A la jovencita se le daba muy bien la cocina, y su granito de arena sería ese.

—La verdad no entiendo que necesidad tienes de querer venir a estos... Lugares —pronunció con asco Ramsés—. El olor a clase baja se siente en el aire.

—Creo que se ven muy adorables, y es un cambio completo a lo que siempre veo —sonrió divertido un joven castaño—. Además no sé que hueles tú, pero yo huelo a comida deliciosa en el aire.

—Comida callejera querrás decir, Daniel —pronunció con fastidio, rodando los ojos.

—Callejera o no, quiero comprar algo —sonrió observando los puestos—. ¿Tú qué prefieres? ¿Dulce o salado?

—Puff, ni que fuera a comer algo de toda esta mierda. No tienen una pizca de higiene, ha saber si se han lavado las manos siquiera.

—Que exagerado eres, Ramsie —rio bajo—. Quiero un cupcake y un café, vayamos a ese puesto de ahí, se ven que son buenos, hay varias personas.

—Como sea, pero yo no permaneceré más de diez minutos ahí.

—De acuerdo, lo compro y nos vamos.

Llegaron hasta el puesto, y Daniel quedó sorprendido por la jovencita que lo estaba atendiendo, una simpática y risueña rubia, que le estaba dando su pedido a unas señoras.

Ramsés observó a Luz y rodó los ojos.

—Vamos Daniel, de seguro hay mejores puestos donde comprar.

—¿Por qué lo dices?

—Porque conozco a la que atiende, una prostituta cualquiera —murmuró lo último.

—Am ¿Y qué con eso? —sonrió confundido.

Llegó su turno y sonrió mirando a Luz.

—Buenas tardes ¿Qué se le ofrece?

—Quiero un latte y dos muffins de esos con crema rosa —sonrió el castaño.

—En seguida ¿Azúcar o edulcorante?

—Azúcar —sonrió.

Observó el cartel que había en una de las paredes, con la foto de una jovencita, y luego miró nuevamente a Luz.

—¿Qué tiene tu amiga?

—Deben operarla de la columna, y la operación es muy costosa —le contó mientras colocaba los muffins en una cajita—. Entonces con los chicos de la escuela decidimos hacer diferentes tipos de colectas. Sé que en este tipo de ferias suelen venir muchas personas, y mi idea fue poner este puesto para recaudar fondos. Todo será destinado para su operación.

Colocó la cajita frente a Daniel, y luego le sirvió el café en un vaso para llevar, dejándole además unos sobrecitos de azúcar para que tomara a gusto.

—¿Cuánto sale la operación?

—Cincuenta mil dólares.

—Mm, entiendo —le dijo pensativo, observando la foto de la muchacha, y luego a Luz, antes de sonreír—. ¿Cuánto sale tu puesto entero?

—¿Q-Qué? —preguntó sorprendida.

—Te compro todo lo que haya en tu puesto, así no sólo aportarás a tu causa, sino también que estaré valorando tu trabajo —sonrió.

Desde atrás, Ramsés observó impaciente a su primo. ¿Cuánto más se iba a demorar en comprar un café y unos panecillos?

...

Papá No Soy Un ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora