XXVI

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—Alex ¿Cómo te sientes?

—Nervioso, ansioso, emocionado, son muchos sentimientos juntos —pronunció el muchacho desde su posición, acostado en la camilla, sin poder ver nada.

Al final, tendrían que adelantar el parto, la niña ya quería nacer. Era la madrugada del trece de diciembre, y Marina ya estaba lista para realizar la cesárea, con la asistencia de Catalina.

—¿Sientes esto?

—Nop.

—Perfecto, entonces ya podemos empezar.

El rubio miró hacia el techo y apretó sus labios entre sí, tomando las sábanas de la camilla. No sentía dolor alguno, pero estaba tan nervioso. Por fin podría conocer a su bebé, pero... Realmente había imaginado que su llegada sería de otro modo.

Había tenido la estúpida ilusión que Matthew quisiera estar.

Había creído que el castaño podía cambiar después de tantos meses, que saber que tendría una niña le ablandaría un poco el corazón. Pero no, nada de eso había ocurrido, Matthew seguía siendo el mismo tipo de siempre.

La misma basura violenta y agresiva de siempre. Y Luz no necesitaba a una persona así en su vida.

El llanto de la bebé lo sacó de sus pensamientos, y emocionado esperó a que Marina la limpiara, para apoyársela sobre el pecho.

—L-Luz, finalmente estás aquí, mi amor —sonrió apoyando una de sus manos en la espalda de la bebé, sonriendo con lágrimas en los ojos—. Mi amada bebita.

Le dió un suave beso en la frente, y sonrió aún con los ojos cerrados, escuchando sus quejidos, su respiración. Su niña ya estaba con él, sana y preciosa como la había imaginado.

O quizás más.

***

Iba saliendo del consultorio con sus muletas, cuando vio que por otro pasillo pasaba la doctora que atendía a Alex. Sabía que aquella mujer era la encargada del rubio, y actuaba como su obstetra.

Curioso, decidió seguirla, y cuando entró al pasillo por dónde la había perdido de vista, escuchó el llanto de una criatura.

No estaba en maternidad, allí no tendrían que haber niños pequeños, muchos bebés. A menos que...

Decidió seguir caminando, maldiciendo su suerte por su pierna rota. Si no fuera por eso, ya habría llegado hasta la maldita puerta para saber que estaba pasando mucho más rápido, y sin hacer tanto ruido.

—Tiene cólicos, es normal —sonrió Marina—. Pero intenta darle el pecho, eso la calmará.

—Es que me da miedo no sujetarla bien y que se me caiga. Ella es tan chiquita.

Entonces sí, su hija había nacido. Matthew se quedó mirando la puerta, sin saber que hacer. Quería ver a la bebé, no negaría aquello. Él quería saber si la niña había nacido bien, sana.

Pero... Negó con la cabeza, y se marchó antes de que alguien más lo viera. Él no se merecía ver a la niña. Alex haría un mejor trabajo solo.

No estaba preparado para ser padre, y ahora no contaba siquiera con los medios económicos para criar a una niña. No tenía nada para aportarle.

***

Observó a su bebita y sonrió, acariciando suavemente su cabello, antes de acercarla a más a él y poder darle varios besos cortos en sus mejillas, escuchándola quejarse.

¿Cómo podía ser su hija tan bonita? Se sentía enamorado de su bebé. Luz era perfecta.

—Eres lo más hermoso que la vida pudo darme, la sorpresa más preciosa de todas. Jamás creí que podría amar tanto a otra persona —pronunció en un tono suave, antes de abrazarla a él.

Era su muñeca, sólo suya.

...

Lamento mucho mi ausencia, no he estado bien anímicamente.

Papá No Soy Un ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora