Papá No Soy Un Error

LVII

Era la viva imagen de Alex, y quizás por eso la amaba tanto. Le encantaba hacerla reír a carcajadas, amaba cuando la bebé lo abrazaba y le daba besos, o le decía papá. Luz era su vida entera, y de eso no tenía dudas, era lo más importante que tenía.

Y con la llegada de su primer añito, de ver la ilusión de Alex mientras ayudaba a la niña a apagar la vela, supo que ya no había dudas de que quería su vida entera junto a él.

Alex había sido el único que conociendo sus buenos y malos momentos, muy malos realmente, habían decido quedarse a su lado. Quién lo acompañaba y aconsejaba día a día, quien lo amaba y aceptaba con errores y virtudes, más errores que virtudes realmente.

Quién con paciencia aguantaba sus malos días, su mal humor, o cuando estaba muy estresado, triste. Alex se había vuelto su compañero de vida.

Es por eso que...

—Ey.

—¿Mm? —murmuró contra su pecho, con los ojos cerrados y una suave sonrisa en sus labios.

Estaba cansado, Luz había dormido toda la tarde y Matthew si que había aprovechado esas horas para poder demostrarle cuánto lo deseaba.

—No te duermas aún ¿Sí?

—De acuerdo.

—Espérame un momento aquí en la cama, y no te duermas.

—De acuerdo —sonrió.

Matthew salió de la cama y le dió un corto beso, antes de tomar su boxer y colocárselo, saliendo de la habitación. Alex bostezó y se pasó una mano por el rostro, intentando mantener los ojos abiertos. Necesitaba dormir un poco antes de que Luz despertara y demandara su tiempo por completo.

—Cúbrete los ojos —le dijo el castaño desde el otro lado de la puerta de la habitación.

—Ya —sonrió cubriéndose los ojos con ambas manos.

Matthew entró a la habitación con la sorpresa para el rubio y la colocó frente a él sobre la cama.

—Ya puedes mirar.

Al momento en que se descubrió los ojos, estos se cristalizaron al ver que en frente de él había un oso celeste con un globo rojo que decía ¿Quieres casarte conmigo? En la manito del oso había una cajita, dónde suponía debía haber una alianza, y sobre las piernas del oso, una caja de bombones.

Miró a Matthew, quien tenía una botella de vino y dos copas, y se mordió el labio inferior, intentando no llorar. Pero las lágrimas ya había comenzando a mojar su rostro.

—Am, sería bueno que respondieras, Alex —pronunció inseguro—. Y-Yo realmente no sabía cómo hacer esto.

—S-Sí —sonrió llorando—. ¿Pero estás s-seguro?

—Claro que sí, tonto —sonrió divertido, inclinándose a él para besarlo—. Si de algo estoy seguro en esta vida, es que quiero estar contigo, que te amo y que Luz es mi hija.

—¿M-Me amas?

—Te amo —le dijo dándole un beso corto, antes de volver a afirmarlo—. Te amo, Alex.

—Matthew —sollozó, alejándolo un momento se él, mirando hacia abajo.

—¿Por qué lloras? ¿Qué pasa?

—N-No sé, tengo una sensación rara en el pecho —le dijo cubriéndose los ojos—. No quiero que... Que te arrepientas luego, y esto quede todo como una triste ilusión mía. Yo en verdad estoy enamorado de ti y te amo, pero-

—¿Por qué piensas que voy a cambiar de opinión? —le preguntó dejando la botella y las copas sobre la mesa de noche.

—N-No sé, son inseguridades, tú siempre... Te negaste a aceptar que te gustaban los hombres, y lo que sentías por mi.

Matthew lo observó y lo tomó del rostro, secándole las lágrimas.

—Perdón por haberte hecho daño en el pasado, por no haber estado contigo cuando más me necesitabas, por haberte dañado, por todas las cosas malas que hice y te dañaron, perdón Alex —le dijo en un tono sincero—. Te prometo que no volveré a hacerlo, y si no quieres casarte conmigo, está bien, puedo esperar hasta que te sientas seguro de mis sentimientos.

—¿S-Sí?

—Sí —sonrió—. Yo creí que con esto te sentirías más seguro de nuestra relación, pero si quieres esperar está bien. Así te demostraré un poco más de lo seguro que estoy de estar contigo.

...