XXXIX

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"—No duerme a menos que tome teta.

—Tú no sabes cómo persuadir a un bebé.

—No la hagas llorar, Matt, dámela —le dijo serio.

—Dame el biberón.

—No, dame a mi hija —pronunció realmente molesto—. Tú no la conoces.

—Sh, sh, tranquila Luz —habló meciéndola—. Dame el biberón, si no lo quiere, te la daré.

Con rabia, Alex le pasó el biberón. Matthew lo tomó y lo acercó a los labios de la niña, quién se negó a tomarlo, girando la cabeza y llorando más fuerte, poniendo más nervioso al rubio.

—Vamos Luz, debes tomar biberón también —pronunció con calma, metiéndoselo en la boca—. Eso es, toma tranquila ¿Ves que no es feo?

Alex miró a la niña, como tenía lágrimas en los ojos y sintió que el corazón se le partía.

—No, dámela, le daré la teta.

—¿Por qué? Si está tomando el biberón —sonrió mirando a la niña, que tenía una expresión de tristeza—. Que exagerada eres, muñequita.

—Matthew-

—Sh, no digas nada, ella está tomando la fórmula. Es hasta que se acostumbre."

La observó en su coche, antes de reír divertido al ver la expresión de la niña. Recién acababa de despertar, y no lucía para nada feliz al parecer.

—¿Sigues molesta conmigo porque te di biberón? Que rencorosa.

Alex debía salir a hacer unos trámites, y Matthew se había ofrecido a quedarse a cuidar a la bebé Pero como el rubio no confiaba en él, no le quedó más que acompañarlo.

Y ahí estaba el castaño con su hija, en una plaza esperando a que Alex regresara, hacía veinte minutos se había ido y le había prohibido despertar a la bebé. Pero Luz se había despertado sola.

—¿Tú sabes que soy tu papá también? Dudo mucho que recuerdes mi voz —sonrió tomando una de sus manitos, mientras la bebé no cambiaba la expresión molesta de su rostro—. Eres tan rubia que apenas se te notan las cejas.

Voy a llorar así viene mi papi.

Observó que la niña se pasaba el puñito por los ojos, y dió un pequeño gritito, antes de comenzar a sollozar.

—No, no, tranquila, nada de caprichos —pronunció quitándole el cinturón, para tomarla en brazos—. ¿Por qué vas a llorar? Si estabas tranquila.

Y comenzó a llorar, sin importarle que Matthew intentara calmarla, ni que le diera el biberón, el chupón, le hablara o le mostrara un peluche. No, no importaba nada cuando quería a Alex.

—No llores, Luz, tranquila, ya debe de estar por regresar el idiota.

Con una mano tomó a la niña y con la otra llevó el coche, paseándola por la plaza, mirando el negocio donde había entrado el rubio. ¿Cuánto más se demoraría?

—Ya bebé, no llores, tranquila —pronunció acostándola contra su pecho, masajeando su espalda—. Que llorona eres.

Y vio al rubio cruzar la calle, a toda prisa. Sí, su instinto de mamá gallina, al parecer lo había alertado que su bebé estaba llorando.

—¿Hace mucho se despertó? —le preguntó quitándole la niña de los brazos, abrazándolo a él—. Ya mi amorcito, no llores, aquí estoy.

—Nop, pero se puso a llorar.

—Aquí estoy, mi amor, papá ya está aquí —le dijo repartiendo suaves besos por sus mejillas—. Sólo se calmará si le doy el pecho, volvamos a mi casa —pronunció en un tono bajo.

—De acuerdo, ¿Pudiste hacer tu trámite?

—Sí, gracias por cuidarla.

—No... Gracias a ti por dejarme estar con ella.

...

Papá No Soy Un ErrorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora