Papá No Soy Un Error

XVII

Jamás se imaginó en la vida que tendría que usar sostén, pero lo cierto, es que sus pechos habían crecido. Marina le había explicado que sus glándulas se estaban preparando para "fabricar" leche para la bebé.

—Me siento una vaca —murmuró viéndose frente al espejo de su habitación—. ¡¿Y por qué mis pezones se ven tan oscuros?!

Estaban de un color chocolate casi ¿Por qué demonios se le había oscurecido así la piel de los pezones y areolas?

—Esto es incómodo —suspiró, colocándose el sostén, y luego una camiseta holgada.

Hoy no tenía control, Marina había tenido que viajar, por lo que recién la vería la próxima semana. Pero de todos modos seguirían en contacto por mensajes y llamadas.

—¿Qué tal unos waffles de vainilla y bananas? A mí me suena delicioso. ¡Y con una chocolatada! —exclamó hambriento, dirigiéndose a la cocina.

Cortó unas bananas en rodajas, batiendo los huevos y agregando algo de leche y harina, cuando escuchó que golpeaban su puerta. Tomó un trocito de banana y luego se fue a ver quién estaba.

—¿Quién es?

—Abre.

¿Matthew? ¿Y ahora que quería?

Abrió la puerta con algo de temor y el castaño no se demoró en entrar, luciendo realmente serio, hasta irritado se atrevía a pensar.

—¿E-Está todo bien?

—No, nada está bien, pero que más da. Hoy me enviaron los resultados de la prueba, al parecer pagar un poco más, sirvió para que la tuvieran antes.

—¿Entonces?

—Sí es mía —murmuró mirando hacia otro lado.

Los ojos de Alex brillaron, con emoción, conteniendo las lágrimas. Por supuesto que la niña era de él, y con eso se demostraba que no era ningún mentiroso, ni un interesado como Matthew había creído.

—La semana próxima iré a ver el alquiler del departamento, y cuando estés por parir, haré las entrevistas a algunas mujeres para la que cuiden.

—En dos semanas entro en los siete meses.

—Okay.

Lo miró, y al ver que Alex no diría más nada, se giró para irse.

—Matthew, espera.

Se detuvo frente a la puerta, sin girarse nuevamente y Alex miró hacia abajo, tomándose de las manos.

—Yo... Yo estoy pensando sobre que hacer.

—¿Qué quieres decir con eso?

—Me gustaría tenerla.

—¿Tenerla? ¿Tú? —le preguntó antes de mirarlo y reír con burla—. ¿Y cómo diablos planea mantenerla? ¿Tú no te das cuenta en las condiciones en dónde vives? Mira este "departamento", imbécil. Se cae a pedazos, tiene humedad por el techo, por las paredes, y tú ni siquiera tienes estabilidad económica para cuidar de ella. Deja de hablar estupideces, nadie en su sano juicio te dejaría cuidar una criatura aquí.

—L-Lo sé, pero podría buscar a-algo mejor —le dijo en un tono quebrado, derramando las primeras lágrimas.

—¿Y con que dinero? ¿Dejarás de estudiar para buscar un trabajo? A mí realmente no me importa lo que hagas con tu vida, pero no quiero que nos involucren de ningún modo.

—S-Sí, tal vez lo haga.

—Que patético eres —sonrió antes de girarse—. No, olvídalo, ella no tendrá como padre a un fracasado como tú. Los pensamientos de ese tipo se transmiten a los niños, y luego cometen los mismos errores.

—¿Pero tú sí serías un buen padre? ¿Por qué vienes de una familia de dinero? —le preguntó sollozando—. ¿Eso te hace mejor que yo? Yo estoy dispuesto a renunciar a mi carrera sin con eso consigo tener un trabajo para cuidar de ella. En cambio tú... Tú sacarás dinero de la cuenta de tus padres y seguirás con tu vida como si nada. ¡Ni siquiera la quieres!

—¡Pero es mía! —exclamó, asustándolo al momento de girarse y observarlo con rabia—. Es mi maldita hija te guste o no, y yo no permitiré que traiga al mundo más fenómenos cómo tú. Es mi responsabilidad que al menos ella no se reproduzca.

—D-Deja de hablar de ella como si fuese una cosa.

—Gracias a ti, es una maldita cosa —masculló dándole un golpe con su dedo índice en el pecho—. Gracias a ti, ella no podrá tener hijos, ni ser una mujer normal. Pero descuida, bajo mi cuidado sabrá muy bien que reproducirse es una banalidad. Sólo los estúpidos siguen trayendo hijos a este mundo de mierda.

—No p-puedes alejarla de mí.

Sonrió y lo tomó del rostro, sujetando con fuerza sus mejillas.

—No me pongas a prueba, maricón. No tienes idea de los contactos que tengo.

...