Mi madre me contó, que cuando vivía en San Blas un huracán destruyó su casa. Entonces, mi tío se la llevó a vivir a Tepic. La madrugada que llegaron, fueron asaltados y mataron a mi tío. Afortunadamente, mamá fue ayudada por un panadero, que la dejó quedarse a cambio de trabajar en la panadería. Años después, se casó con uno de los panaderos, y éste compró un terreno y construyó una casa hecha de galletas y otros dulces.
Vivieron ahí por dos días, hasta que unos gringos les compraron la casa e hicieron una fiesta, donde los invitados se comieron toda la casa. Con el dinero, mi papá comenzó a un construir una casa real en el mismo terreno. Y desde entonces, mamá siempre hace que la casa parezca hecha de dulces.
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