Dulce me enseñó a hacerlos. Explicó cuánto debíapesar de cacao, manteca, azúcar, del lácteo y sabor que yo quisiera. Observócomo yo mezclaba los ingredientes, y me ayudó a fundir el chocolate a la temperaturacorrecta para no echarlo a perder. Por último, me dio un frasquito con "elalma de un conejo". Pensé en lo ridículo que parecía la idea, pero una vezenfriado el chocolate, sacamos del molde un vivo y alegre conejo de chocolate.