Mi abuela me contó cuando su gato la llevó a la luna. A ella le habían regalado un telescopio en su cumpleaños. Mientras observaba la luna, vio unas luces extrañas. Se moría por saber qué había allá.
Soñó que el gato la despertaba con su rasposa lengua. Mi abuela entendió que debía sujetarse de él, quien de pronto se volvió mucho más grande que ella. Desde la ventana, el animal dio un enorme salto hasta la luna.
Allá no encontró nada raro, pero olvidó su muñeca de trapo cuando regresaron.Ahora, setenta años después, todo el mundo habla de ese extraño objeto traído de la luna.