Dijo lo mucho que me quería. Le hubiera gustado que todo hubiese pasado de otra manera. Me contó tantas cosas, y pidió que nunca abandonara mis sueños. Quiso despedirse, pero no pudo: pasamos mucho tiempo abrazados mientras llorábamos, hasta que desperté. Meses después me animé a visitar su casa, pero él ya no estaba. Había desaparecido. Su familia me entregó unas cajitas, él pidió que me las dieran si llegaba a ir. Pude reconocer algunas cosas y contraseñas que mencionó en el sueño. Como nunca lo encontraron: un año después le celebraron un sepelio.