Les partimos su madre a los extranjeros que querían atacar desde el Puerto de San Blas. Regresé triunfante a la casita que construimos mi esposa y yo el año pasado. El Cerro de San Juan me parecía aún más hermoso sabiendo que los extranjeros no pudieron ni pisarlo.
Al tocar la puerta, no aguantaba la emoción de darle la buena noticia. La ninfa me dio un fuerte abrazo y un largo beso que me lastimó con sus colmillitos, pero cuando le pregunté por el nacimiento del bebé: su expresión cambió. Nuestra hija no ganó la batalla.