Anunciaba un pelícano del tamaño de una persona, usaba una gorra y chaqueta de marino. Llegué al final del Muelle de San Blas.
—¿Periódico? —el pelicano me señaló uno de los suyos.
—No, gracias.
Rezongó y dijo:
—Por eso la gente del mundo vigil está toda estúpida: no leen.
Me dio la espalda y se fue volando a otro sitio, entonces, desperté.