Perdí de vista a Karla mientras la perseguía entre la hierba alta. Ahí supe que estaba soñando, pero no quise despertar. Encontré un gigantesco árbol, y bajo su sombra estaba un niño.
Era mi yo de siete años. Dijo que estaba triste y enojado, porque lo molestaron en la escuela. Luego, se volvió un adolescente, y dijo que se sentía estúpido, por ayudar a una chica que nunca le hizo caso. Volvió a ser un niño casi de inmediato.
—Perdóname, Alf. —lo abracé.
—¿Por qué?
—Por no haberte cuidado bien —empecé a llorar—. Por dejar que abusaran de ti, y todo lo demás.
—Qué raro eres —arrugó la carita mientras también me abrazaba.
Me hinqué para verlo de frente tocándole el hombro.
—Pero aun así lograrás muchas cosas, y ya nos estoy cuidando mucho mejor. Te prometo que así seguiremos, yendo por lo que nos falta.