Le dije al hombre del otro mundo, pues mi hijo fue encarcelado y la fianza era esa. El hombre me dio algunas piezas de oro, que fueron suficientes para los compradores de este.
Cuando llegó la hora de pagar, el hombre no aceptó mis pesos, ni siquiera las piezas de oro que tuve que comprar. No aceptó nada de mi mundo.
Entonces, dijo que tendría que trabajar para él en su mundo y así pagar la deuda.