La boda por fin había terminado, yo estaba cansadísimo para recoger los platos de las mesas, y le pregunté a Gilbert porque siempre parecía de buen humor. Cuando me lo contó, pensé que era una de esas frases mamadoras de superación personal.
Una vez me invitó a una peda en su casa (donde dormí), y pude ver cómo en su habitación se quitaba la cara, y luego, de uno de los cajones sacó una máscara que se ponía convirtiéndose en una nueva cara.