Aún no amanecía cuando llegué a San Blas caminando desde Tepic. Vi la sombra de alguien trotando hacia mí y tuve miedo, pero mis piernas temblaban del cansancio así que me dejé alcanzar.
No recuerdo cómo, pero estuvimos hablando mientras caminábamos juntos hasta la orilla del mar. Le conté que ya no me quedaba dinero, pero aun así quería ver a mi novia.
—Pues será mejor que despiertes ya y te bañes. Toma —Me dio unas llaves—. Es la habitación dieciséis.
Desperté en la playa, aún tenía las llaves, y estaba amaneciendo. Fui al Hotel Tortuguitas y me bañé en la habitación del hombre. Un gringo tocó la puerta y me pagó dinero que me debía por escribirle algunos cuentos.