Capítulo 4

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– Padre, no sé que hacer.

– Eso veo.

– Desde que dejé casa he sentido que al más mínimo inconveniente debo parar y dar la vuelta, que una vez que regrese ya todo estará bien– solté caminando de un lado a otro frente a la chimenea–. Y he estado tan cerca de renunciar...

Padre me miró con ternura.

– ¿Pero no lo has hecho, o sí?

Yo me detuve.

– No.

– Sin importar lo que hayas experimentado allá hay una parte de ti que quiere seguir adelante hija, y eso está bien, significa que has sido más fuerte que tu miedo– dijo con tranquilidad–. Tu madre y yo te lo advertimos, lo que haces no es fácil, sé que tantos cambios pueden ser abrumadores, y vendrán cosas peores que nuevamente te orillarán a querer dar marcha atrás, pero sin importar lo que decidas no debes olvidar lo que eres y de lo que eres capaz. Eres una Blacksun. Confía en ti.

– ¿Sabes, padre? Para haberte opuesto a mi viaje casi parece que quieres que me quede aquí.

Él se echó a reír.

– Tu madre y yo ya nos merecíamos un descanso de tu necedad. Ve a causarle problemas a otros por un tiempo y diviertete.

– Eso haré.

– Y no te confundas, Daryan– añadió más serio–, el joven Lucerys no es Alden.

– Ya lo sé...

– Alden vive en tu memoria, no lo busques en otra parte.

– Va a ser difícil.

– No lo dudo, pero haz un esfuerzo.

– Gracias por escucharme, papá.

Me senté frente al fuego y le sonreí.

– Cuídate hija, y si ese príncipe Aemond, Aemon, lo que sea, vuelve a tocarte quémalo vivo, ¿entendido?

– Sí, señor– prometí–. Saluda a madre de mi parte. Los amo.

– Nosotros a ti.

Con la mente ruidosa quise dar un paseo a pies descalzos por las orillas de la playa que tenía el castillo, el ruido de las olas, el olor a sal y sol sobre mi cabeza eran lo más cercano que tenía a mi hogar. Aunque al parecer no era la única buscando refugio en el mar.

– ¿Pensando en alguna forma de escapar de tu horrible vida?– pregunté sentándome a su lado. La arena húmeda no parecía importarnos.

– ¿Tan obvio soy?

– Sí, algo.

– Creo que estoy muriendo, Daryana.

– No estás muriendo. Sólo no has encontrado nada bueno qué hacer.

Aegon se giró a verme y pude notar sus ojos rojos e hinchados, así como su sonrisa triste. Y tan rápido como yo lo noté, él notó mi cuello.

– ¿Quién te hizo eso?

A él no quería mentirle.

– Aemond.

No le sorprendió, sólo apartó la vista y se rodeó las piernas con brazos.

– Lo siento– susurró.

– ¿Por qué? No fue tu culpa.

– Todo lo que nos rodea siempre se echa a perder, lo matamos o lo asustamos lo suficiente para ahuyentarlo... y cuando no tenemos nada que arruinar creo que simplemente nos arruinamos unos a otros– dijo en una voz tan baja que apenas pude escucharlo–. Esta familia lo es todo menos una maldita familia, no deberías estar cerca de gente como nosotros, al final vas a terminar siendo arrastrada por todos.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora