Capítulo 9

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– ¿Quién lo envía?

– No sé.

– Pero, ¿y qué crees que signifique?

– No sé, Rhaena.

– ¿Crees que sea de King's Landing?

Sólo la mención del castillo bastó para que recordara a la persona que me había dicho esas palabras semanas atrás.

– Aegon.

Rhaena frunció el ceño y luego empezó a negar varias veces con la cabeza.

– ¿Aegon? ¿En serio?

Ni siquiera se molestó en ocultar su profunda decepción.

– Él me dijo exactamente esto el día que llegué a King's Landing, fue en...

Una taberna de mala muerte donde creí que me iban a acuchillar por sólo respirar.

¿Si quería verme no podía ser en otra parte menos... peligrosa?

– ¿En dónde?

Me guardé el papel en el bolsillo y fui por mi capa.

– Creo que iré por aire fresco.

– ¿Cuál aire fresco? ¡Es el mismo que hay adentro!– me alcanzó y me agarró por los hombros–. Dime que no irás a verte con él.

– Bien, entonces no te lo diré.

– ¡Ana!

– ¡Me dijiste que no te dijera!

– Es muy tarde, puede resultar peligroso lo que... sea que vayan a hacer.

– Sólo hablaremos– la tranquilicé–, además tengo mis dagas y a Raleigh. ¿Qué es lo peor que podría pasar?

– No considero que sea una buena idea.

– Estaré bien.

Rhaena no parecía nada convencida, es más, la preocupación la consumía, pero sabía que no tendría forma de detenerme.

– Tienes hasta el amanecer, si no vuelves para entonces iré con Baela a buscarte donde sea que estés, ¿entendido?

– Sí, madre.

Me dio un empujón juguetón y yo me fui corriendo.

Raleigh no iba a estar nada feliz con este paseo.

Encontrar un lugar donde Raleigh pudiera descender en medio de la ciudad fue más difícil de lo que creí, finalmente pudo hacerlo frente a una capilla que tenía una pequeña plaza en frente lo suficientemente grande para él. Era una suerte que fuera de madrugada y el sitio estuviera completamente vacío.

– Quédate cerca, ¿sí?– le di una última caricia en el hocico y él se elevó.

Cuidado.

Me saqué las dos dagas de las botas y las agarré con fuerza antes de empezar a caminar maldiciendo a Aegon mentalmente, aunque también era mi culpa. ¿Yo por qué accedí a esto?

A medida que me acercaba a la taberna el ruido se iba haciendo más fuerte y la concurrencia de la gente en las calles también era mayor, casi parecía que fueran las 8 de la noche.

– Creí que no vendrías– me dijo una voz desde atrás tocándome la espalda baja.

Estuve a nada de girarme y clavarle la daga en la garganta.

– Idiota, te pude haber matado– me giré y le enseñé las dos dagas. Él sólo se limitó a sonreírme.

– Es bueno verte otra vez, mi lady.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora