Capítulo 59

184 18 5
                                    

No era un secreto para ninguno en el castillo de Winterfell el hecho de que nadie estaba bien. Aquella mañana Raleigh estaba más arisco y brusco de lo normal, tanto que cuando encontró a Daegar en un claro en medio del bosque casi muerde a uno de los lobos sólo para espantarlos y no tener que lidiar con ellos.

Daegar quiso decir algo al verme pero yo levanté la mano.

- Ahórrate el discurso rebelde. No estoy sanando, no puedo controlar mi calor por lo que me estoy congelando, así que hagamos esto por las buenas y vamos a casa, allá te escucho.

- No quiero ver a papá- me dijo.

- Yo tampoco, créeme.

- Cuando se entere de que fue por mi culpa que mamá murió me va a matar. Y no estoy exagerando, tía, literalmente me va a querer matar.

Apreté la mandíbula y me tomé unos segundos para ver realmente a mi sobrino. Tenía unas ojeras profundas y parecía enfermo. Se veía de la mierda, como si esta guerra lo hubiera envejecido cinco años.

- Tu madre no murió por tu culpa- le dije mirándolo a los ojos-. Tú no la atravesaste con esa lanza y sin duda no lo hizo para que terminaras de ser criado por una manada de lobos huargos en medio de la nada.

Volvió a abrir la boca y sabía que iba a gritarme por lo que continué:

- ¿La cagaste? Sí, a lo grande. Se te dijo que te quedaras en casa y no obedeciste- lo señalé con el brazo sano y avancé hacia él-. Ahora tendrás que vivir el resto de tus días con las consecuencias de tu insubordinación y altanería, pero que me caiga un rayo si permito que vivas todo eso solo.

- Laysa me suplicó que no viniera, Eli trató de detenerme...- dijo con voz temblorosa-. Yo la empujé para que me dejara ir. Me va a odiar para siempre.

- Nos odiará a ambos entonces. Yo tampoco pude salvarla. Ni a ella ni a mi madre.

Los ojos de Daegar se abrieron en asombro y se llenaron de lágrimas de inmediato. Entonces recordé que no había tenido manera de saberlo, había escapado antes de.

- ¿La abuela también...?

Yo asentí y un nudo se me formó en la garganta.

- Tu madre te salvó a ti y la mía me salvó a mí- le pasé la mano por el cabello e hice un esfuerzo por sonreírle-. Tenemos que valer ese sacrificio. Ahora muévete, Aemond nos está esperando y yo no me aguanto este frío.

Daegar me envolvió en un muy, muy cálido abrazo y yo me relajé disfrutando de la temperatura y el momento.

- Hueles a indigente- le dije.

- Lo siento.

Daegar se mostró más indignado que yo al enterarse del funeral de su abuela sin nosotros e insistió en volar a las islas ese mismo día, aunque sabía que en parte lo hacía para no tener que confrontar a su padre. Yo le recordé que todavía no podía volar tanto tiempo con el hombro herido y él se resignó. Cuando entramos al castillo Cregan despedía a un grupo de abanderados del norte, hombres sanos que pelearon valientemente y estaban listos para ir a casa.

Daegar y yo nos miramos.

- Muévanse- nos dijo Aemond-. Estoy aquí, no voy a dejar que les haga algo.

Pero fue Cregan el que se acercó a nosotros a paso firme.

- ¿Dónde estabas?- le preguntó a Daegar, estaba enojado, tenía el ceño tan fruncido que parecía que tuviera sólo una ceja-. ¿Crees que puedes ir y venir a tu antojo como si no tuvieras responsabilidades para con los tuyos? ¿Sabes qué? No digas nada, ya sé que tú eres de los que hace lo que se le antoja.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora