Capítulo 30

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Durante la cena no fui capaz de mirar a Daeron a la cara. Seguía sin poder creer que me hubiera robado un beso frente a los niños, y no cualquier beso sino ¡El primero!

Aún así eso no afectó mi apetito. Sin embargo, esta vez me moderé con la cantidad de porciones.

— Dioses, esto está exquisito— escuché que murmuró Aemond sobre unos rollitos rellenos de carne.

— Helaena, pásame ese plato frente a Aemond— pedí en voz baja.

— Dudo que sea de su agrado, lady Daryana— intervino el mismo Aemond—. Puede llegar a ser algo picante para una dama.

— Me arriesgaré— le dije con una sonrisa nada amable.

Idiota.

Me comí el primer rollito en tres mordiscos. Estaba muy bueno.

— No está tan...

De acuerdo, sí estaba picante.

Exhalé por la boca y me agarré a los bordes de la mesa con fuerza. Sentí que los ojos se me aguaron y un súbito calor subir por mi pecho, quemándome.

— ¿Te pica, hermanita?— sonrió Troy.

— Para nada— mentí limpiandome las lágrimas.

— Deberías beber algo— opinó madre sin levantar la vista de su plato.

— Por aquí hay agua, zumo de manzana, leche...— dijo Alys a lo que yo sacudí la mano para que se callara.

— Pásame la leche.

Ella lo hizo y yo me serví un vaso entero. Me lo tomé de un solo golpe notando que había llamado la atención de algunos otros.

Tardé un par de segundos en sentirme mejor.

— ¿Otro rollito?— me ofreció Troy a lo que yo la miré de mala gana.

Fui por otro vaso de leche.

— Esta leche es rica, ¿es de cabra?— le pregunté a nadie en específico antes de empezar a beber.

— Me parece que es de almendras— contestó la princesa Aliandra a lo que casi me atoro.

— ¿De almendras?— repitió madre bajando los cubiertos de golpe.

— Sí, ¿por qué?

Salí corriendo a mis aposentos, pero no pude llegar ni a la mitad de camino cuando la respiración se me empezó a entrecortar.

— Tranquila, hija— madre me sentó en una banca que había cerca y me aflojó el corsé con rapidez—. Respira hondo.

— No... pue... do, mamá.

El aire me faltaba y todo el cuerpo me empezaba a picar.

Troy pasó corriendo como un rayo en busca del botiquín de emergencia de madre y padre, recién aparecido, se arrodilló frente a mí.

— ¿¡Qué comió!?— le preguntó a madre.

— Tomó leche de almendras.

— ¿Leche de almendras? ¿¡Qué clase de basura vegana es esa!?— espetó, irritado.

— Ahora no, Aegar.

— Tranquila, estrellita. Te vas a poner mejor— prometió antes de levantarme en brazos para llevarme a quien sabía dónde.

Quería moverme y clavarme las uñas por todo el cuerpo, pero ni siquiera tenía fuerzas para eso. Cerré los ojos y traté con todas mis fuerzas de buscar aire.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora