Capítulo 33

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Aemond

– ¡No puedo creer que le creas a esa perra extranjera y no a mí!

Apliqué el ungüento de la forma más delicada que pude, pero era difícil hacerlo cuando se movía tanto.

– ¿Cómo esperas que lo haga después de lo que acabas de hacerle?

– Acabamos– corrigió–. Tú y yo.

– En ese caso tenemos suerte que no te haya matado.

– ¿A esto le dices suerte? ¡Mira mi cuello! ¡Lo único que esa zorra sabe hacer es quemar todo!

– Va a sanar.

– Pero la cicatriz de su asquerosa mano quedará por siempre, así como en tus muñecas.

– Un recuerdo permanente del porqué no debemos subestimarla.

Alys permaneció unos segundos en silencio, mirándome.

– No nos envíes lejos.

– Sigo sin creer que esperes un bebé.

– ¿Por qué?

– Porque lo dijiste como una excusa apurada justamente para que no lo hiciera.

– No te miento.

– De acuerdo, en nueve meses te pido disculpas, pero ahora debes irte.

– No lo haré– afirmó–. Deja que siga amenazando todo lo que quiera. Tú y yo sabemos que no va a hacernos nada. Está traumada con el asesinato, no va a cumplir lo que dijo.

– ¿De verdad quemó vivo a su amigo?

– Sí.

– ¿Por qué?

– Pregúntale cuando desees, aprovecha que son vísperas del aniversario de su muerte– dijo como si le divirtiera el asunto–. Lo que sí te digo es que en su momento fue un escándalo tremendo, y ten por seguro que si tocas el asunto en público ella y su familia no serán capaces de defenderse ante los ojos de nosotros los nobles.

– Preguntarán cómo nos enteramos y una vez que expliques como obtuviste la información vamos a volver a la parte donde nos quieren cortar el cuello.

– Podrías decir que te enteraste por Lucerys, él lo sabe.

– ¿Cómo se enteró? ¿Daryana le contó?

– Sí, le pidió que guardara el secreto y todo porque esos dos comparten un parecido sospechosamente aterrador.

– Si ella le pidió guardar el secreto es más que obvio que él no lo diría. ¿Conoces a Luke? Tiene una lealtad absoluta hacia ella. Todos los Strong la tienen.

– Entonces inventa algo, pero saca el tema. Si me voy quiero saber que tú te quedarás a asegurarte de hundir a esos cuatro y ver que regresen al hueco del que salieron.

– Deja de preocuparte por ellos y concéntrate en ti, ¿quieres?– acaricié su mejilla y apoyé mi frente sobre la suya–. Ve a casa y déjame a mí encargarme de todo aquí.

– Eres el mejor de todos ellos– susurró sobre mis labios–. No lo olvides nunca.

Al amanecer cuando se montó en el carruaje volvió a repetírmelo.

– Envíame un cuervo cuando hayas llegado a Oldtown– le pedí–, y trata de pasar desapercibida.

– Lo haré, querido– me sonrió y yo le devolví el gesto–. Te amo.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora