Capítulo 54

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Aegon

King's Landing seguía siendo todo lo que me había esforzado por olvidar, así como el Red Keep.

Me encontré bastante impaciente con toda esta situación. Temía la reacción de la gente, que expresaran el no necesitarme aquí estorbando. Pero así como yo estaba nervioso, me encontré con Daryan extrañamente incómoda y roja en el salón del trono.

– ¿A ti que mosco te picó?

El hecho de que se asustara al escuchar esas palabras me hizo alertarme aún más. Era muy raro ver a Daryan así de tensa.

– Nada– dijo, pero se puso más roja todavía.

– ¿Te sientes bien?– le pregunté, preocupado–. Parece que tuvieras toda la sangre del cuerpo en la cara.

– Oh, está bien– contestó Aemond, divertido mientras le dedicaba una mirada de lado a Daryan–. Está más que perfecta...

– Aemond, cállate, Dios.

Yo alterné la mirada entre ambos. Ellos claramente sabían algo que yo no, y no iba a quedarme con la duda.

– ¿Qué fue lo que hiciste?– le pregunté a Daryan.

– ¿Por qué crees que fui yo la que hizo algo?– estaba muy a la defensiva.

– Claramente no fue algo bueno...– observé antes de mirar a Aemond, que a diferencia de la mujer entre ambos, sí sabía manejar sus emociones y ocultarlas.

– Deja de hablar, por favor, Aegon.

Daryan se llevó las manos a la cara y se dio la vuelta, dándole la espalda al trono de hierro. Aemond se echó a reír.

– Y claramente no fuiste tú sola– añadí acercándome a ella.

– No voy a decirte nada– me señaló–. Moriré con ese secreto.

– Uhhh, secreto... mejor todavía– me froté las manos y empecé a rodear a Daryan–. ¿Qué pudiste haber hecho en este lugar para tenerte tan nerviosa, Dary?

Ella se encogió de hombros.

– ¿Mataste a alguien sin querer?– pregunté a lo que ella frunció el ceño.

– Por supuesto que no.

– ¿Pero sí hiciste algo que no debiste haber hecho?

Se quedó callada, cosa que me dio la razón.

– ¿Cogiste con alguien aquí?

El color que había perdido lo volvió a recuperar de inmediato y yo aplaudí.

– Increíble. ¡En el salón del trono!

– En el trono– dijo Aemond a lo que Daryan le golpeó el brazo.

– ¡Aemond!

Me quedé muy serio mientras procesaba aquella información. Miré a Daryan y miré a Aemond, atónito.

– No te creo...– susurré a lo que ella hizo una mueca.

– No puedes decirle a nadie– dijo agarrándome del brazo.

– ¿Ustedes dos...?– los señalé antes de señalar al trono–. ¿Ahí?

Daryan soltó un gruñido y Aemond permaneció impasible con los brazos cruzados tras la espalda.

– ¿¡Cómo!?

Era la única pregunta que me carcomía.

– No voy a tocar ese tema.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora