Capítulo 35

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Al medio día del día siguiente cuando a Aemond le informaron de la desaparición de Alys Rivers en todo el lugar se hizo un silencio sepulcral hasta que pareció recobrar el habla y exigió explicaciones a gritos. Cuando estuvo a punto de asesinar al guardia que había traído la noticia fue que Qoren Martell intervino ofreciendo dos docenas de sus hombres con sus mejores perros rastreadores para ir en su búsqueda. El mismo Aemond quiso unirse al grupo pero su madre y su abuelo se lo prohibieron terminantemente.

Creo que sus ojos se posaron sobre mí al mismo tiempo que los de Luke, pero nunca se acercó ni me dirigió la palabra el resto del día.

En la noche, muy tarde, cuando estaba por dormirme, llamaron a la puerta.

– Troy, ya que dije que no tengo tu cadena de acero valyrio– me quejé.

Pero cuando abrí la puerta y vi a Aemond mi primer instinto fue lanzarme por mis dagas, él me agarró por las muñecas me miró a los ojos.

– ¿Podrías tomarte esto con calma?– me dijo antes de soltarme–. No vine a hacerte daño.

– Ay, disculpa si tu sola presencia me hace temer por mi jodida vida.

Se cruzó de brazos y apoyó su peso en el marco de la puerta.

– Te prometí respetarte y no hacer nada contra a ti o tu familia– me recordó.

– Vamos a pretender que te creo para que pasemos a la parte de la conversación en la que me dices qué haces aquí a estas horas.

– Debo saber si tuviste algo que ver con la desaparición de Alys.

Claro y conciso. Excelente.

– ¿Por qué tendría yo algo que ver?

– Tenías más motivos que ninguna otra persona para lastimarla después de lo que pasó. Amenazaste con asesinarnos si se quedaba.

– Si quisiera venganza ¿para qué la habría enviado lejos?– le pregunté obvia–. Me resultaría más fácil hacer de las mías aquí donde le cae como el culo a todo el mundo y cualquiera pudiera ser el culpable.

Aemond permaneció en silencio unos segundos examinando mi expresión con detenimiento.

– Ya hablaré con ella cuando la encuentre y más te vale no haber tenido nada que ver con su desaparición.

Una sonrisa se dibujó en mis labios al tiempo que ladeaba la cabeza.

– ¿Has pensado que quizás te dejó?– le pregunté, divertida.

– Ella no haría tal cosa.

– ¿Cómo lo sabes?

– Porque la conozco. Alys no es de las personas que se van sin dar explicaciones. Ella... ella no es de las personas que se va.

Por primera vez en probablemente todo el tiempo que había hablado con Aemond Targaryen, me pareció distinguir un dejo de una emoción distinta a la indiferencia y superioridad. Parecía... triste.

– Espero que los guardias den con ella pronto, y si no lo hacen te deseo paciencia hasta que llegue el momento que tú mismo puedas marcharte y buscarla por cielo, mar y tierra como tanto deseas.

– No lo dices en serio.

– Por supuesto que no, odio a la maldita y espero que no aparezca nunca. Buenas noches.

Traté de cerrar la puerta, pero Aemond la detuvo con la mano.

– ¿Hay alguna manera de saber si ella está bien con tu... magia extraña?

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora