Capítulo 11

1.3K 122 7
                                    

La princesa Rhaenyra y su esposo se reunieron con el consejo apenas llegaron al castillo. La reina Alicent parecía más abrumada que triste por la muerte de su esposo, imagino que ya llevaba tiempo preparándose para ese momento, pero tener que enfrentarse a la legítima heredera tras intentar poner a su hijo en el trono y fracasar estrepitosamente debía ser incómodo. Cuando la reina viuda preguntó cómo se enteró tan rápido pensé que la princesa me delataría, pero no lo hizo, evadió la pregunta e insistió en que fueran a conversar en privado.

Helaena estaba rara (más de lo normal), parecía saber más de lo que dejaba ver, pero no quería hablar al respecto, al menos no conmigo. Lo único que me dijo en el tiempo que estuve con ella fue: "Tres islas vuelan por los aires, pero no te gustará mirar hacia arriba".

En el Red Keep Arry había preparado nuevamente mi habitación, pero por más que diera vueltas en la cama no conseguía dormirme, quedaba en un estado de vigilia en el que lo único que veía era al hombre que maté con el rostro de Aegon. Además la claridad y el ruido no ayudaban, oía las campanas de la ciudad anunciando la muerte del rey y a los empleados del castillo pasando, hablando de preparativos para la pira funeraria.

Los jardines terminaron siendo el único sitio de paz y tranquilidad en todo el lugar, o al menos lo fueron hasta que apareció Aemond con Jaehaerys y Jaehaera. Si alguien me dijera que el pasatiempo favorito de Aemond era asustar vacas, lo habría creído. Incluso si a oídos míos llegaba un rumor de que en las noches salía disfrazado a patear abuelas, tal vez lo habría considerado. Pero algo que nunca esperé era verlo de la mano de sus sobrinos, hablando y riendo con ellos como si fuera el típico tío divertido y atento. ¿Él era así? 

No me había visto, estaba segura, de haberlo hecho estoy convencida que hubiera borrado la sonrisa y vuelto a actuar como el imbécil frío que era con todos, bueno, al menos con todos los mayores.

Fueron varios minutos hasta que Jaehaera dio conmigo y gritó “¡Ana!”. Yo sonreí y apenas pude atraparla cuando saltó a mis brazos. Tenía suerte de caerme bien, de lo contrario no habría arriesgado mi hombro lesionado por ella y la habría dejado seguir su camino derecho al piso.

– ¿Cuánto llevas espiandonos?– fueron las primeras palabras en alto valyrio de Aemond, cuya cara de puñal había vuelto para sorpresa de absolutamente nadie.

– Estoy aquí desde antes que ustedes aparecieran, yo soy quien debería preguntarte por qué me sigues a donde sea que voy.

– ¿Seguirte?– repitió, incrédulo–. ¿Quién en su sano juicio te seguiría a ti a alguna parte?

– Cualquiera que quiera mantenerse sano, para huidas fallidas con arqueros en el camino ya te tenemos a ti. 

– ¿De qué están hablando?– nos preguntó Jaehaerys en la lengua común alternando la vista entre ambos.

– Su tío Aemond me estaba pidiendo una receta medicinal.

– ¿Para qué?– preguntaron ambos hermanos a la vez.

– Bueno, resulta que…– les dije en voz baja, fingiendo que era un asunto ultra secreto–. Su tío tiene una enfermedad en la que le pica el trasero cada vez que se sienta.

Ambos soltaron una sonora carcajada y yo sonreí, divertida.

– Deja de llenarles de mentiras la cabeza a mis sobrinos, mujer.

– Aemond, por favor– lo miré con seriedad–, el primer paso para una exitosa recuperación es reconocer la enfermedad de Culitis cronicus y no avergonzarse de ella. Así que niños, si quieren que su tío mejore voy a necesitar su ayuda, ¿sí?

– ¡Sí!

– De acuerdo, la única manera de que se recupere es si querido tío se sienta en una vela encendida y…

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora