Capítulo 43

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Lucerys

Cuando Daryan dijo que iba a venir gente a la isla Daoscurid a verme a entrenar nunca pensé que fueran a ser tantos ni que fueran tan constantes, pensé que me verían, se aburrirían y volverían a sus vidas de inmediato, pero no, se quedaron y lo hicieron notar.

– Ignóralos y concéntrate– me repetía Haven una y otra vez cuando el bullicio se hacía mayor.

Estaba acostumbrado a la atención, pero no a los incomprensibles gritos que me daban una y otra vez. Aunque no todos eran así, había visto gente por el rabillo del ojo que me aplaudían cuando hacía algo bien y me apoyaban, incluída Eira, la amiga de Daryan.

Día tras día venían más hasta el punto que el padre de Haven, un hombre alto y ancho como un tronco llamado Hadar, tuvo que intervenir y llamarle la atención a sus isleños. Era un sujeto educado, pero nunca me miraba a los ojos, cosa que se me hacía extraña, pero no lo suficiente para preguntarle a Haven.

En las noches que regresaba al castillo de la familia Ulz solía encontrarme a Daryan y Aemond discutiendo por algo, pero había veces donde estaban demasiado cansados y sólo hablaban como personas civilizadas.

– Ya se llevan mejor– me dijo Eira una noche después de la cena–, pero no lo van a admitir.

Esa idea me quedó resonando en la cabeza unos segundos hasta que escuché un plato romperse y gritos viniendo del comedor.

Nah, siguen odiándose.

Esta mañana en particular Haven y yo nos encontrábamos trotando en la playa cuando un inmenso dragón chilló sobre nosotros. Aligeramos el paso mientras la criatura morada con negro descendía frente a nosotros. Sentí un extraño escalofrío ante aquello y una extraña sensación de familiaridad me invadió, como si ya hubiera vivido esto antes.

Haven, sin apartar la vista de la criatura, me agarró el brazo y murmuró con voz tensa:

– Ve con Arrax y regresa con Ann.

Yo fruncí el ceño mientras alternaba la vista entre él y la mujer que empezaba a descender del dragón.

– ¿Por qué? ¿Qué pasa?

– Sólo ve. ¡Corre!

Obedecí porque Haven no es de las personas a las que te opones más de una vez y cuando di con Daryan (que justamente entrenaba con Aemond) y le conté lo sucedido, ella palideció levemente.

– De acuerdo, vayan ambos adentro y quédense ahí– ordenó mientras se limpiaba el sudor de la frente–. Yo arreglo esto.

– ¿Pero qué pasó? ¿Hice algo mal? ¿Quién era ella?

– Esa mujer es Anai Osac, era... ¿es? la madre de Alden. Debe haber oído del parecido y ahora querrá comprobarlo personalmente.

– Ay no. Pero debe saber que es sólo una coincidencia, ¿no?

– Eso espero. Ahora vayan.

– No– dijimos Aemond y yo al mismo tiempo.

Daryan giró la cabeza como si no hubiera escuchado bien y yo coloqué las manos en sus hombros.

– No tienes que hacerlo sola– le recordé mirándola a los ojos.

– Además en lo poco que pude ver la otra noche, esa mujer te detesta– intervino Aemond con voz tranquila–. No vamos a abandonarte sólo porque tú lo dices.

– Ay, mira Luke– sonrió ella–, Aemond me está agarrando cariño, ¿no es adorable?

– Todavía te odio y espero que te caigas y te partas el cuello, pero por ahora eres la única razón por la que Luke y yo estamos vivos en este lugar, por lo que no vamos a arriesgarnos a que alguien te haga daño.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora