Capítulo 42

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No podía saber si era que Aemond estaba particularmente enojado o yo estaba bien idiota, pero me estaba dando una paliza.

Cuando me alcanzó a cortar la barbilla, grité, pero no precisamente por el dolor sino de la rabia.

– La verdad estoy empezando a creer que me salía mejor entrenar con Lucerys que contigo– dijo bajando la espada.

– No estoy en mi mejor momento.

No estaba enfocada en el ahora, mi mente seguía 10 años atrás con Alden.

Estaba triste y me sentía sola. Incluso años después una parte de mí seguía teniendo la esperanza de que mi hogar volviera a sentirse como lo que una vez fue, como quien una vez fui, pero ninguna de las personas que hacía de mi casa un hogar, estaba. Nadie.

– ¿Te parece que me importa?

– Sé que no– suspiré sentándome, cansada.

A nadie le importa.

Sentía la sangre empezar a bajar por mi cuello, pero no quería ensuciar la herida.

– Oh, la pobre Daryana está triste por su mejor amigo muerto, alguien venga a consolarla, por favor– exclamó Aemond a lo que yo lo miré furiosa–. No me interesa si es el peor día de tu vida, necesito que te pares y por un rato vuelvas a ser la perra arrogante que eres y que sabe usar medianamente una espada.

– Eres un imbécil– me puse de pie y lo señalé con la espada–, y me das lástima.

– ¿Lástima?– se carcajeó.

– ¿Cuantos años tienes, Aemond? ¿30?

– Tengo 23– corrigió, serio.

– ¿Y en todo ese tiempo alguna vez has tenido a alguien al que puedas considerar tu mejor amigo?

Abrió la boca para contestar y yo lo interrumpí.

– Alys no cuenta. Ni sirvientes, ni familia, ni nadie que se vea atado a ti de alguna manera.

Cerró la boca y yo di dos pasos hacia él.

– Si de niño hubieras tenido un amigo como el que yo tuve, ten por seguro que hoy no estarías aquí.

No era sólo con Aemond. Tendía a sentir pesar por cualquier ser humano que nunca en su vida experimentó la lealtad, el cariño, la diversión, la nostalgia, el dolor, el amor que puede brindar la amistad, incluso cuando ya no lo es más.

– Tú lo tuviste y lo mataste, así que ¿qué tan diferente eres a mí?

– Tú y yo no somos ni por asomo parecidos– espeté con rabia, una rabia muy parecida a la negación.

No hay nadie como yo.

•••

La siguiente vez que vi a Luke tenía la nariz rota.

No dije nada mientras lo curaba, pero por dentro quería gritar.

Él tampoco dijo nada sobre mi corte, pero sí insistió en limpiarlo nuevamente.

– Creo que pudo ser peor– murmuró–, para ambos.

– No me cabe duda.

Al día siguiente me desquité con Aemond toda la mañana.

Después del almuerzo llegó con una toalla alrededor del cuello a la puerta de mi habitación.

– ¿Es todo por hoy, no?– me preguntó–. No veo la hora de bañarme.

– Por supuesto que no es todo– agarré mi mochila, ya preparada y le quité la toalla de encima para guardarla también–. Apenas terminamos las lecciones en tierra, ahora toca en agua. Muévete.

Blacksun | House Of The Dragon (En Edición)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora