¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
╚╩══• •✠•❀ - ❀•✠ • •══╩╝
APOLO
Las risas de las ninfas estallaron extasiadas cuando destapé la botella de vino, era uno que había sacado de la colección privada de Dioniso, así que sabía que sería delicioso.
Era una buena tarde, las luces de mi jardín privado comenzaban a iluminarse con el inicio de la puesta del sol, las musas tocaban a unos pasos evocando una música magnífica en mi honor.
—Cuéntenos otra de sus hazañas, señor Apolo —dijo una de las ninfas; su amiga asintió. No recuerdo sus nombres, pero eran preciosas.
Eran náyades, así que decidí que sería divertido estrenar el nuevo jacuzzi que instalé en mi jardín.
Aún así, mi atención estaba puesta en otra cosa.
Sabía que no tardaría mucho en aparecer. Para mi gusto se estaba tardando demasiado, hacía ya varias horas desde que visité al pequeño engendro y él aún no se había presentado.
¡Qué desgracia haber tenido que salvar a esa mocosa! Pero el hijo de Hérmes se había tomado atribuciones que no le correspondían y casi me había quitado mi premio.
Entonces sentí su aura, era poderosa y desprendía una gran cantidad de odio reprimidido. Solté una carcajada, había esperado tanto por esto y finalmente estaba ocurriendo.
La puerta se abrió de una estruendosa patada y el dios entró a pasos iracundos.
He de decir que me dio satisfacción ver la mirada enloquecida por el odio y desprecio. Le regresé la mirada por entre mis gafas de sol.
—Eros, viejo amigo —dije apoyándome contra la porcelana y sonriendo de lado—. No te esperaba, ¿qué te trae a mi fabuloso templo?
—Largo —gruñó sin apartar la mirada de mí. Las ninfas a mí lado estaban asustadas, lo miraban a él y a mí sin saber a cuál obedecer, al final, solté un suspiró y les hice una seña para que se fueran.
—Sabes, es muy grosero que entres sin mi permiso y que eches a mis amigas —dije bebiendo un poco de vino.
—Déjate de mierdas, hijo de puta —espetó entre dientes—. Sabes muy bien por qué estoy aquí.
—Ilumíname —bromeé.
—No volverás a acercarte a mi hija —dijo inclinándose hacia mí—; siquiera te atreves a pensar en ella, vas a pagarlo muy caro.
—Vaya, vaya, sí que resultaste ser un padre muy preocupado —respondí riéndome.
—No estoy jugando, Apolo; no dejaré que nadie le haga daño.
—No haces tan bien tu trabajo al parecer, o ese hijo de Hermes no se hubiera acercado a tu engendro.
—A él ya le llegará su hora, no te preocupes tanto. Preocúpate por ti mismo.
—Mmm... —Ladeé la cabeza cómo si estuviera considerando su orden—. No, creo que seguiré visitándola.
Eros hizo aparecer su arco, apenas un pestañeo y me apuntaba directo al corazón
—Adelante, hazlo —murmuré con tono venenoso—, dispara y averigüemos cómo empeora todo para tu preciado tesoro.
Eros tensó su arco, estaba a nada de dispararme, pero pude ver la duda en sus ojos, fue solo un segundo, pero ahí estaba. Fue suficiente para hacerme sonreír.
Los ojos del dios se volvieron rojos, era como ver sangre derramada. Sabía que cada segundo que pasaba estaba más furioso conmigo, me daba tanta satisfacción.
—¿Aún sigues esperando a tu semidiosa? —preguntó. Me tensé y él sonrió de forma perversa—, supongo que sí. Mantente lejos de mi hija, Apolo.
—¿O si no, qué?
—Créeme, no quieres saberlo —susurró—. Sí crees que fui un monstruo por lo que te hice solo por una burla infantil, no tienes ni idea de lo que seré capaz si lastimas a mi hija. No me obligues a destruir tu futuro con la mestiza de tu profecía.
Apreté la mandíbula con fuerza, conteniéndome de hacer aparecer mi propio arco y atacar.
—Siempre con tus juegos sucios.
—El amor no es un juego limpio ni justo, Apolo. Ya deberías saberlo —dijo con esa sonrisa tan propia suya—. No volveré a repetirlo, mantente lejos de mi hija, o pagarás las consecuencias.
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
