012.ᴀʙᴏᴜᴛ ʜᴏᴡ ᴛʜᴇ ɢᴏᴅ ᴏꜰ ꜰɪʀᴇ ɢɪᴠᴇꜱ ᴜꜱ ᴀɴ ᴇxᴛʀᴀ ᴍɪꜱꜱɪᴏɴ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴇʟ ᴅɪᴏꜱ ᴅᴇʟ ꜰᴜᴇɢᴏ ɴᴏꜱ ᴅᴀ ᴜɴᴀ ᴍɪꜱɪᴏɴ ᴇxᴛʀᴀ

ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏᴍᴏ ᴇʟ ᴅɪᴏꜱ ᴅᴇʟ ꜰᴜᴇɢᴏ ɴᴏꜱ ᴅᴀ ᴜɴᴀ ᴍɪꜱɪᴏɴ ᴇxᴛʀᴀ

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NO QUERÍA SEGUIR JUGANDO AL CORRE ARAÑITA QUE TE ATRAPO, pero la muy mierda seguía y seguía corriendo.

Ya creía que le habíamos perdido la pista cuando Tyson captó un lejano sonido metálico. Dimos unas cuantas vueltas, retrocedimos varias veces y por fin encontramos a la araña, que golpeaba una puerta de metal con su cabecita.

La puerta parecía una de aquellas anticuadas escotillas de los submarinos: con forma oval, remaches metálicos y una rueda, en lugar de un pomo, para abrirla. Encima de ella había una gran placa de latón, que el tiempo había cubierto de verdín, con una eta griega en el centro.

Nos miramos unos a otros.

—¿Listos para conocer a Hefesto? —dijo Grover nervioso.

—No —reconocí.

No me hacía muchas esperanzas, los Olímpicos eran bien cabrones en su mayoría, por no decir todos.

—¡Sí! —dijo Tyson, eufórico, mientras hacía girar la rueda.

En cuanto se abrió la puerta, la araña se deslizó al interior; Tyson la siguió de cerca y los demás avanzamos también, aunque con menos entusiasmo.

El lugar era inmenso. Como el garaje de un mecánico, estaba lleno de elevadores hidráulicos. En algunos de ellos había coches, pero en otros se veían cosas bastante más extrañas: un hippalektryon de bronce desprovisto de su cabeza de caballo y con un montón de cables colgando de su cola de gallo, un león de metal que parecía conectado a un cargador de batería, y un carro de guerra griego hecho enteramente de fuego.

Había además una docena de mesas de trabajo totalmente cubiertas de artilugios de menor tamaño. Se veían muchas herramientas colgadas y cada una tenía su silueta pintada en un tablero, aunque nada parecía estar en su sitio.

Por debajo del elevador hidráulico más cercano, que sostenía un Toyota Corolla del 98, asomaban dos piernas: la mitad inferior de un tipo enorme, con unos mugrientos pantalones grises y unos zapatos incluso más grandes que los de Tyson. En una de las piernas tenía una abrazadera metálica.

La araña se deslizó por debajo del coche y los martillazos se interrumpieron al instante.

—Vaya, vaya. —La voz retumbaba desde debajo del Corolla—. ¿Qué tenemos aquí?

El mecánico salió sobre un carrito y se sentó. Había visto a Hefesto en el Olimpo en una ocasión, así que creía estar preparada. En ese momento, sin embargo, tragué saliva.

ʟᴏꜱ ᴄᴀᴘʀɪᴄʜᴏꜱ ᴅᴇʟ ꜱᴏʟ || 𝗔𝗽𝗼𝗹𝗼 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora