012.ᴀʙᴏᴜᴛ ʙʟɪɴᴅ ʜᴇᴀʀᴛꜱ ᴀɴᴅ ᴘᴏᴏʀʟʏ ᴅɪꜱɢᴜɪꜱᴇᴅ ɢᴏᴅꜱ

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ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇꜱ ᴄɪᴇɢᴏꜱ ʏ ᴅɪᴏꜱᴇꜱ ᴍᴀʟ ᴅɪꜱꜰʀᴀᴢᴀᴅᴏꜱ

ꜱᴏʙʀᴇ ᴄᴏʀᴀᴢᴏɴᴇꜱ ᴄɪᴇɢᴏꜱ ʏ ᴅɪᴏꜱᴇꜱ ᴍᴀʟ ᴅɪꜱꜰʀᴀᴢᴀᴅᴏꜱ

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CAMINÉ AFERRADA AL BRAZO DE PERCY, que me colocó su nuevo abrigo de la piel del león de Nemea cuando sintió mis manos heladas. Me había preguntado varias veces sobre mis ojos rojos por el llanto y sobre por qué estaba tan callada, pero no tenía ánimo de nada, mucho menos de contarle lo que hice.

Quizá estaba exagerando, porque una cosa era cierta. Esos tipos podrían habernos matado sin dudar, y quizá con el tiempo esta sería mi nueva realidad, pero de momento, no quería llegar a la insensibilidad de no importarme tomar una vida por más mala que fuera.

Vagamos por las cocheras del ferrocarril, pensando que tal vez habría otro tren de pasajeros, pero sólo encontramos hileras e hileras de vagones de carga, muchos cubiertos de nieve, como si no se hubieran movido en años.

Vimos a un vagabundo junto a un cubo de basura en el que había encendido un fuego. Debíamos de tener una pinta bastante patética, porque nos dirigió una sonrisa desdentada y dijo:

—¿Necesitan calentarse? ¡Acérquense!

Nos acurrucamos todos alrededor del fuego. A Thalia le castañeteaban los dientes.

—Esto es ge... ge... ge... nial.

—Tengo las pezuñas heladas —dijo Grover.

—Los pies —lo corrigió Percy, para disimular ante el vagabundo.

—Quizá tendríamos que ponernos en contacto con el campamento —dijo Bianca.

—No —replicó Zoë—. Ellos ya no pueden ayudarnos. Tenemos que concluir esta búsqueda por nuestros propios medios.

Observé las cocheras, desanimada. Muy lejos, en algún punto del oeste, Annabeth corría un grave peligro y Artemisa yacía encadenada. Un monstruo del fin del mundo andaba suelto. Y nosotros, entretanto, estábamos varados en los suburbios de Washington, compartiendo hoguera con un vagabundo.

—¿Saben? —dijo el tipo parándose a mi lado—, uno nunca se queda del todo sin amigos.

Tenía la cara mugrienta y una barba desaliñada, pero su expresión parecía bondadosa; al menos así fue hasta que me miró a los ojos.

—Pareces angustiada, niña —murmuró con una voz suave, mientras apoyaba la mano sobre la mía—; nada en el mundo vale lo suficiente para que derrames lágrimas de dolor.

«Lo que me faltaba: un viejo verde» pensé asqueada quitándola de golpe y dando un paso lejos de él.

—¿Necesitan un tren que vaya hacia el oeste? —preguntó el vagabundo a todo el grupo.

ʟᴏꜱ ᴄᴀᴘʀɪᴄʜᴏꜱ ᴅᴇʟ ꜱᴏʟ || 𝗔𝗽𝗼𝗹𝗼 #1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora