6.

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Mi segundo día trabajando. Nunca me creí capaz de decir eso y aquí estoy.

Acabo de salir de la universidad, y eso por supuesto justifica que apenas esté llegando, con mi mochila en mi espalda, una botella de té helado en una mano, y un helado en la otra.

Ni siquiera he podido almorzar, me merezco esto.

—Buenas tardes, Karol.

—Lo siento. —digo de inmediato.— Salí tarde, no pude comer y pasé por un helado antes de venir.

—Hey, tranquila. —se ríe.— Solo dije buenas tardes.

Mis mejillas se tiñen de un rojo carmesí, bajo la mirada y muerdo mi labio inferior mientras él mira su reloj.

—¿Necesitas algo? —digo por fin. Asiente.

—Que vayas a comer. —mira mi helado.— Algo sano, te quiero aquí a las cuatro.

—No importa, estoy bien. —aseguro. Niega.

—Ve, nos vemos a las cuatro, y si necesito algo, te aviso.

—Gracias.

Asiente, un auto se detiene y él se sube volviendo a ordenarme que vaya a comer. Suspiro profundo.

Ni que me hubiese dado dinero para ir a comer...

Me acabo mi helado antes de entrar y beberme mi té.

Ocupo mi lugar de trabajo y termino lo que deje pendiente ayer.

Si soy sincera, quise ser la asistente de Ágata, pero Daniela me ganó, aparte la hubiese dejado por el simple hecho de que ví a mi amiga ilusionada por trabajar con ella.

Por el simple hecho de que iba a estar muy cerca de David. Y eso para ella es muy importante.

Aunque lo niegue.

—Hola, Karol.

Daniela entra a mi pequeño espacio y sonrío mientras grapo las hojas.

—¿Y ese milagro?

—Pues Ágata salió a verse con una cliente y yo me quedé sin nada que hacer. —se sienta en el escritorio.— ¿Y tú qué estás haciendo?

—Acabo de terminar lo que ayer me quedó pendiente porque Ruggero dijo que me vaya a casa. —explico rascando mi frente.— Tengo hambre.

—¿No comiste?

Niego escuchando su queja y cuando quiero decir algo, escucho la voz a mis espaldas;

—Creí haberte pedido que comas algo.

Centro mi atención en Ruggero que viene entrando. Sonrío apenada.

Si soy sincera, no tenía hambre en ese momento. Ahora sí tengo hambre. Pero en ese momento no tenía hambre.

¿Se entiende?

Relamo mis labios.

—Ve a comer. —ordena por segunda vez.— Pero ahora en serio.

—Es que...

—¿Sabes qué? Voy a pedir en el restaurante de la esquina que todos los días te tengan el almuerzo listo. Y el día que no comas, no te vas a ir a casa temprano.

Eso es chantaje.

Pero sabiendo que es mejor que guarde silencio, asiento mientras él se deshace de su chaqueta.

—Ve. —insiste.— Ahora.

—Si. —digo de inmediato.— Gracias.

Tomo el brazo de Daniela y juntas salimos de ahí, mi amiga me mira con las cejas arqueadas causando mi risa.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora