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—¿Manzana?

—Plátano. —abro la boca y él acerca el tenedor con fruta a mis labios.

Desayunado hace una hora pero tengo hambre todavía así que se ofreció a picarme fruta y la trajo hasta el jardín.

Estamos muy felices ahora mismo.

Papá y mamá se fueron con Meera a hacer no sé cuántas cosas de la boda y yo aproveché para salir al jardín a jugar con Niebla.

Es solo que ya me cansé y ahora mismo estoy acostada en medio del jardín con Ruggero dándome de comer y Niebla jugando a nuestro lado.

—Eres tan bonita así. —me dice llamando mi atención. Me río.— Te amo tanto, preciosa.

—¿Y eso a qué viene? —tomo su mano jugando con esta.

—A que te amo, a qué simplemente me volvería loco si te atreves a dejarme. No lo soportaría.

Sonrío mirándole.

Yo tampoco soportaria si se llega a ir de mi vida. Estoy demasiado acostumbrado a su presencia.

Sin Ruggero mi día se siente gris. No quiero ni siquiera imaginar cómo se siente una vida sin él.

—Oye... —pongo su mano sobre mi vientre.— ¿Y cuando tengamos un hijo me vas a querer y consentir igual?

—Mi princesita hermosa. —se ríe ayudándome a incorporar.— A ti te daría mucho más que mi vida, pondría el mundo a tus pies. Te amaría muchísimo más... Sabes que daría hasta mi vida por ti.

Hago un puchero, él se ríe y me acerco abrazándole con fuerza.

Le amo, le amo, le amo.

Me quedo abrazada a él, mi respiración se va calmando y me mantengo en silencio hasta que escucho su risita.

—¿Estás llorando, princesita?

—Si. —admito sin quererme alejar.— Es que me puse sentimental, déjame.

No sé por qué siento una horrible presión en el pecho desde el otro día.

Y no sé por qué las palabras de Ruggero no se sienten igual.

Pero voy a culpar al embarazo de todos modos.

Es lo mejor.

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Me llevo una cuchara de gelatina a los labios, mamá pone la fruta picada frente a mí y sonrío tomando un trozo de piña.

Estoy siendo consentida desde que llegué, y eso me hace feliz.

—¿Viste a Ruggero?

—La última vez que le ví estaba en el jardín hablando con Meera. —me dice.— Y tú padre fue con Nicolás a recoger una sorpresa que le van a dar a Meera.

Asiento.

Eso significa que estamos solos. Pero da igual.

—Hoy voy a preparar medallones de pavo. —me dice.— ¿Estás de acuerdo o se te antoja algo más?

—Estoy muy de acuerdo. —sonrío.— Gracias por guardar el secreto, mamá.

—Igual vas a tener que decirle a tu papá en cualquier momento.

La manera en la que me señala me hace reír.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora