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Me sorprende lo rápido que pasa el tiempo.

Y lo difícil que pueden llegar a ser las cosas para una madre soltera. Si, ya sé. Estoy inventando cualquier excusa para no salir de la cama.

Jared, que anoche decidió dormir conmigo, juega en mi teléfono y yo busco algo que ver en la televisión.

Hoy es ocho de agosto.

Y eso solo significa una cosa; en dos horas sale el tren con destino a la capital. ¿Y qué vamos a hacer en la capital? Bueno, es obvio.

Buscar a Ruggero.

Jared no lo sabe aún, cree que vamos a ir de excursión con sus tíos. Y prefiero que siga pensando eso.

No estoy lista para decirle que vamos a buscar a su padre, principalmente porque no sé si él sigue viviendo ahí.

Una llamada entrante interrumpe el juego de mi hijo, él me extiende el teléfono y toma ahora el control de la televisión. Contesto la llamada de mi amiga.

—¿Todo listo? David y yo ya estamos listos. —musita apenas contesto. Suspiro profundo.

—Si, todo está perfecto. —miento rascando mi frente.— Que emocionada estoy...

—Karol, sigues acostada, ¿Verdad?

Hago un sonido de afirmación, escucho el suspiro de mi amiga. Y después, su grito advirtiéndome que tengo media hora para salir de la cama y comenzar a alistarme para salir.

Y cuando cuelga, maldigo mirando el techo.

No quiero, pero sé que debo obedecer su orden.

—¿Listo para ir de excursión, Jared?

Mi hijo se sienta en la cama y frota sus ojos antes de asentir bajándose de la cama. Relamo mis labios poniéndome de pie.

Y después de organizar la cama y la habitación en si, sigo a mi hijo para ayudarle a bañarse.

En realidad no le ayudo, no quiere que yo le ayude a bañarse, dice que ya puede hacerlo solo, pero me quedo cerca por si me necesita. Porque evidentemente me va a necesitar.

Alisto la ropa que debe usar y cuando sale, igual superviso que se vista porque dice que ya no me necesita y no quiere que le ayude.

Una hora después, salimos de casa con la intención de desayunar en el camino.

Y cuando llegamos a la estación, bajé del taxi pidiéndole a Jared que no se bajara todavía. Es que en serio estoy nerviosa.

—¡Tíos!

Jared corre hacia mis amigos, sonrío viendo cómo David le carga y deja un beso en su mejilla . Mi hijo odia que le besen, pero cuando se trata de Dani, David o yo, hace su excepción.

Así como con las cosquillas.

La conexión que él tiene con mis amigos es mágica. Y les agradezco demasiado por estar cerca de nosotros aún con todas las dificultades que se presentaron.

—¿Y? ¿Ahora sí estás lista?

Daniela sujeta mi mano, suelto un entrecortado suspiro antes de asentir.

Estoy lista para enfrentarme a lo que sea que haya en esa ciudad.

Lo que sea.

No miento.

Es un viaje largo y bastante agotador para Jared que se queda dormido apenas partimos en el tren. Y si despierta es gracias a que llegamos al hotel y David le deja sobre la cama.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora