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Hoy es mi primer día saliendo sola con las gemelas. Y si, es un poco difícil.

Me poner nerviosa el tener que conducir con la vista fija en la carretera cuando en realidad quiero estar siempre mirando hacia las niñas. Pero si, cada vez que cumplen un mes más, me pone más nerviosa el que vayan tomando independencia.

Estamos yendo a la escuela de su hermano, hoy es la inauguración de deportes en su escuelita. Y por supuesto, le hemos prometido ir.

Aunque mi hijo esté triste porque su padre no puede estar presente. Lamentablemente, tiene una audiencia en Italia.

Pero sus abuelos van a estar, eso le tiene mucho más feliz.

Después de todo, es la primera vez que sus cuatro abuelos van a estar a su lado para compartir un momento importante.

No, no he vuelto a tener la misma relación de antes con mis padres.

Pero quiero que estén en la vida de mis hijos. Se lo merecen.

Tan pronto llego a la escuela, me alivia ver a Daniela parada esperándome como lo ha prometido. Y en cuanto estaciono, me bajo para abrazarla con fuerza.

—Me alegra que hayas podido venir. —susurro.— Gracias por estar aquí.

—Es el día más especial para mí sobrino, obviamente iba a venir. —se ríe.— Pero ahora voy a ver a mis reinas.

Eso me indigna.

Ya no me quieren ver, les importa ver a las niñas solamente.

Antes yo era el centro de sus mundos. Ahora ya no lo soy más. Estoy muy ofendida.

Dani saca a Gianna de su sillita y hago lo mismo con Stella para por fin caminar dentro de la escuela.

Veo a muchos niños corriendo alrededor de los pasillos pero me centro más en buscar a mi precioso hijo. Está muy feliz, casi ni durmió en la espera de que amanezca para poder venir a la escuelita.

Creo que nunca deseó tanto el venir a la escuela.

—¡Señora mamá de Jared!

Amelia deja de jugar en el piso y sonríe en mi dirección, le sonrío también mientras Jared sale corriendo de su salón.

—¡Mamita hermosa!

Corre en dirección a nosotros y sonrío agachándome a su altura.

—Hola, hermanita. —besa la mejilla de mi hija.— Hola, hermanita dos. Hola, tía Dani. ¿Y el tío David? ¿Y el tío Agus y el tío Maxi? ¿Y el tío Leo? ¿La tía Valentina? ¿Mis abuelitos?

—Están todos en el patio. —le dice mi amiga entre risas.— Bueno, todos menos tu papá.

—Ya sé, la luna necesita que papá le cuide. —se queja mi hijo entre susurros.

—¿Y tus padres, Amelia? —tengo que preguntar para desviar la atención. La amiguita de mi hijo sonríe.

—En el patio con todo el árbol genealógico de Jared.

¿Con todo el qué?

La risa de Daniela se intensifica, los niños la acompañan sin saber exactamente por qué se ríen.

Y yo solo niego y beso la frente de mi hijo asegurando que pronto nos veremos ahí afuera. Él asiente y besa las mejillas de sus hermanas antes de alejarse corriendo dentro de su salón.

Me pongo de pie y guío a mi amiga hacia el patio de la escuelita.

Y como si no fuera suficiente escándalo de los amigos de Ruggero al verme llegar, tengo que saludarlos uno a uno y dejar que se emocionen con mis hijas.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora