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Volver a trabajar después de una semana no me parece atractivo, pero después de todo, lo agradezco porque creí que me habían despedido pero resulta que no. David presentó mi certificado médico.

Y ahora mismo, acabo de abandonar la universidad y de insultar al inteligente que creó los lunes. Él y yo tenemos un serio conflicto que ya se ha vuelto personal. 

Guardo mis audífonos en mi bolsillo mientras camino dentro del edificio y contesto la llamada entrante.

Relamo mis labios mirando hacia el reloj sobre el ascensor. Aún voy temprano.

—Bonita mía. —escucho la voz de Benjamín. Me río.— ¿Cómo estás?

—Mucho mejor ahora que llamas. —admito entrando al ascensor.— Y de salud, pues bien. El doctor al que me llevaste el otro día fue realmente efectivo.

Sí, Benjamín fue el que se me apareció en el de la nada. Y por supuesto que agradezco el hecho de que me haya llevado a un doctor lo suficiente capaz de ver que lo que en realidad tenía en la garganta era mucho más que una infección. Era pus.

Y no quiero llegar a contar cómo sucedió eso, solo quiero olvidarme de los días de fiebre y pocas ganas de vivir.

Me quedo hablando con Benjamín hasta que Ruggero llega y tengo que colgar para ir a su oficina cuando me llama.

No me voy a quejar, soy consciente de que tengo mucho trabajo por delante ahora mismo.

Falté una semana después de todo.

—¿Cómo estás? —pregunta apenas cruzo el umbral de la puerta.

—Bien, muchas gracias. —digo cerrando la puerta.— ¿Qué pasa?

—Quería saber cómo estás. Faltaste una semana después de todo. Yo creí que...

—Creo que mi vida personal no te interesa si después de todo estoy aquí para trabajar contigo, más no para ser tu amiga o algo por el estilo. —le corto.— Y creo que ya di suficientes explicaciones suficientes cuando presenté el certificado médico en Recursos Humanos.

Se queda en silencio, me quedo esperando que diga algo respecto al trabajo, no respecto a por qué falté toda una semana a trabajar. Y a la universidad...

Quisiera faltar a la universidad por el resto de mi perfecta vida...

—Yo sé que estás molesta por lo de Thalía. —me dice de repente y suspiro profundo antes de decir;

—No tengo por qué. Me da igual lo que hagas con tu vida, así como a ti te tiene que importar poco lo que yo haga con la mía. Así que si no tienes nada interesante por decir, me voy.

—Deja de evitarme y de evitar el tema. Siéntate y hablemos. —casi ordena. Le miro.

—¿O qué?

—O te voy a seguir y vamos a hablar enfrente de todos. —advierte poniéndose de pie. Miro la puerta.

Él no es capaz...

Salgo de la oficina sin decir nada, me siento y tan pronto enciendo la computadora, le veo parado frente a mí. Suspiro rendida.

—No tengo que darte explicaciones porque no somos nada todavía...

—Exacto no tienes que darme explicaciones, así que deja de perseguirme. —susurro por lo bajo.

Evidentemente estoy ignorando el hecho de que mencionó todavía como si nos estuviera abriendo una posibilidad. Él suspira.

—Pero aún así lo voy a hacer porque me molesta que den las cosas por sentadas y me ignoren como lo hiciste. —me dice haciendo referencia a las llamadas y mensajes. Levanto los hombros sin interés.— La viste a ella, pero no te diste el tiempo de verme a mí.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora