13.

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—¿Sabes qué es lo que más voy a extrañar de estos tres días?

—¿Qué?

—Ay, pero no te detengas. —exijo tomando su mano para volverla a ponerla en mi cabello. 

Mi debilidad es que me hagan cariñitos.

—Voy a extrañar que me cuentes historias. —admito sin miedo.

Después de tres días, perdí la poca vergüenza que me quedaba. Ya no sirvo para quedarme callada.

Digo todo lo que pienso en el momento en el que lo pienso. Y por supuesto, también aprovechamos la vista haciéndome una sesión de fotos que obviamente voy a presumir apenas llegue a casa.

Así que si, mi confianza con él ascendió a niveles poco imaginables para la poca cantidad de días que hemos convivido.

—¿Y entonces? —ruedo en la cama apoyándome en mis codos.— ¿Me vas a contar una última historia?

—Ya no tengo historias, tu quieres que te cuente una historia para todo. —se queja tapándose los ojos con el brazo. Me río.

—Por favor, una última vez. —propongo mirándole.— Una del astronauta. Aunque yo elijo llamarlo príncipe.

—Astronauta suena menos ridículo. —me baja de mi nube y tengo que seguir riendo.

Es que me encanta hacerle perder la paciencia.

—Si no me cuentas una historia, no voy a poder dormir. Y tenemos que dormir temprano para mañana. —le recuerdo. Relame sus labios.

—¿Cuántos años tienes? ¿Cinco?

—Que más quisiera yo. —suspiro.— Pero no, tengo veinte y mi vida es aburrida porque nadie me quiere contar historias.

—¿Eso es un chantaje?

—Que inteligente. —felicito y se ríe fuerte.

—Bien, voy a contarte una historia acerca de un astronauta. —cede poniéndose de lado para mirarme.— Que se enamora de una princesa.

—Me gusta. Cuéntame más.

—Era una princesa terca, necia y bastante alocada.

—Siento que he escuchado sobre esa princesa. —levanto las cejas juguetona. Se ríe negando.

—Quizá, es una princesa muy preguntona también, y la verdad, el astronauta no sabe qué tiene esa princesa de especial, pero aún así, se siente cómodo a su lado.

—¿Solo se siente cómodo? Que mal.

—Bueno, ¿Pero me vas a dejar contar la historia o te vas a meter a cada rato?

Jadeo ofendida, me acuesto y cubro con las mantas antes de mirarle de nuevo y decir;

—Cuéntame, pues. Ya me callo.

Escucho su risa, me acomodo y dejo que cuente la historia.

Aunque no sé en qué momento me quedo dormida.

Y si, me he perdido el desenlace de la historia.

Que ofendida me siento.

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No quiero volver.

Y sé que es una pésima introducción tomando en cuenta que ahora mismo, estamos camino a casa de nuevo. Pero es que es la verdad.

No quiero dejar atrás estos increíbles días. No me gusta.

Hoy es la cena de noche buena en casa y sé que el pronóstico no es bueno. No quiero dejar de lado la paz para hacerme cargo de los problemas de mi familia.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora