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Odile S.

¿Cuántas cosas no estarías dispuesta a hacer por amor? Cuando te enamoras, normalmente siempre puedes llegar a perder la razón. Y es eso lo más difícil de todo.

Te ciegas tanto que no piensas en nada más que en complacer a quien amas para así lograr ser suficiente para él o ella. Amar duele. Amar no vale la pena.

Pero de algún modo, el dolor que causa el amor, termina generando placer.

Ese placer que aunque duela, te mueres por sentir.

Lo anhelas todos los días.

Y quizá es eso lo que hoy me trajo hasta aquí, lo que me hizo mantenerme al pie de un cañón al que evidentemente no le hago bien ni mal.

A los pies de alguien a quien no le importo ni le importaré.

Un suspiro brota de mis labios mientras abandono la habitación poco familiar para mí, y cuando bajo a la sala, entiendo por qué Ruggero no está en su habitación.

La música baja y el vaso de whisky sobre la mesa hablan por sí solos.

—¿No planeas dormir? —musito sentándome a su lado.

Ruggero se mantiene mirando la pared, sus ojos y mejillas brillan como señal de que ha estado llorando, intento tomar su mano pero la retira al instante y tengo que suspirar.

—¿En serio aún te duele?

—He comprobado que no era mentira el que puedo lograr amarla cada día un poco más. —confiesa haciéndome apartar la mirada.— Sigue siendo el amor de mi vida.

—Ruggero... —suspiro.— ¿Entonces por qué accediste a mi plan?

—Creí en la estúpida idea de que probablemente venía a decirme algo de su nueva vida con un nuevo amor. —admite.— Pero en realidad vino a decirme que tenemos un hijo, nuestro. Tengo un hijo con la mujer que amo.

—¿Y qué vas a hacer?

—Conocerlo. —asiente decidido.— Conocerlo y admitirle a Karol que nada de lo que vió aquí es real.

—¿Eso quiere decir que vas a decirle que...?

—Tú y yo no tenemos, nunca hemos tenido y nunca tendremos nada. —me corta.— Y Rahab no es mi hija.

—Pero ella te quiere como tal.

Me mira, se queda en silencio y después de un rato asegura que después se va a dar un tiempo de pensar en eso, por ahora lo único que le importa es su hijo. El único que asegura tener.

Pero después de lo que Karol cree de él, estoy casi segura que ni siquiera mil explicaciones van a servir de nada.

Absolutamente nada.

—¿Te vas? —tengo que preguntar viéndole caminar hacia la puerta con su abrigo en manos. Asiente.— Pero dije que podías quedarte.

—Gracias por todo pero es mejor que me vaya a casa.

Con eso dicho, abandona la casa. Maldigo dejándome caer contra el respaldar del sillón.

No es justo.

No me resulta nada justo que siga amando a una mujer que no confía en él. Y que perfectamente pudo continuar una vida sin él.

Ruggero se merece mucho más. 

Ruggero merece a alguien a su altura. Alguien como yo.

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Karol S.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora