12.

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No fuimos a Turquía.

Y fue mi culpa.

Me sentí como cuando papá o mamá me daban a elegir una sola cosa entre todas las opciones que son de diez puntos cada una. Y al final, antes de abordar el avión privado de Ruggero, terminé pidiendo venir a Murren, Suiza.

Y la respuesta es obvia. Si no puedo ir a la playa gracias al desfavorable clima en Turquía, pues entonces voy a ir a la montaña a disfrutar de la vista y de la situación perfecta para creerme la protagonista de una comedia romántica navideña.

Dejé que Ruggero busque una cabaña, y no me voy a detener a pensar en cómo lo logró tan rápido, voy a disfrutar de la jodida mejor cabaña en la que he estado. Me encanta, es todo lo que diré.

Y no voy a decir que lo único malo es que hay una sola cama porque no soy hipócrita y porque ese es el cliché que más adoro.

Hay una impresionante vista desde la habitación, y me encanta, juro que me encanta.

No tengo que moverme de la cama para disfrutar de tan increíbles vistas, la cama está pegada a las dos ventanas y sí... Me enamoré de este lugar.

—¿Algún día te vas a alejar de ahí?

Dejo de tomarle fotos al paisaje y me siento en la cama apoyando mi espalda en el ventanal. Sonrío.

—Nunca. Lamento decepcionarte. —musito estirando mi mano para tomar el café que me ofrece.— ¿Cómo conseguiste el lugar tan rápido?

—En realidad no sabía qué elegir, si montañas, cuidad, playa o qué. —explica.— Y estuve viendo muchos destinos, este era uno de esos. Así que cuando dijiste que querías ver montañas, solo escribí a los encargados del alquiler para confirmar la reservación. 

Asiento entendiendo.

Ahora tiene sentido que hayamos llegado aquí y no a un hotel. Y que la cocina tenga comida para los tres días que vamos a estar aquí... Y que la cabaña tenga conexión a Internet a pesar de lo lejos que se encuentra del pueblo.

—¿Y qué hubieses hecho si no aceptaba? —tengo que preguntar. Se ríe.— ¿Te hubieses buscado a otra acompañante?

Eso le hace reír más fuerte. Relame sus labios.

—No, habría cancelado todo.

—¿Y ya?

Asiente, me muerdo la lengua antes de beber más café.

—¿Por qué?

—Despertaste muy preguntona.

Es mi turno de reír mientras arrugo la nariz.

Quizá un poco sí. Pero igual quiero saber y no me voy a callar hasta que me diga.

—¿Por qué me invitaste?

—Bueno, estás haciendo mucho por personas que no conoces. —me dice causando que me ría ahora sí con ganas.

—Para agradecerme por eso, podías comprarme un chocolate y ya. —le hago saber.— Sabes que no es por eso. Así que es mejor que me digas ya.

Se ríe por lo bajo, me quita la taza vacía y se pone de pie desapareciendo fuera de la habitación. Me muerdo el labio inferior.

Siento un cosquilleo raro en el estómago. Y eso por supuesto me confunde, no sucedía antes.

Nunca sucedió con en serio nadie.

Relamo mis labios, trago saliva y sacudo la cabeza negando.

No es el momento de pensar en estas cosas.

TÚ, YO Y LA HISTORIA QUE NUNCA SE CONTÓ.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora