El olor a galletas de coco me hace saber que estoy en casa.
Las grandes paredes de la mansión aparecen ante mi, llenas de pinturas abstractas, con grandes ventanales en la parte superior, hacen que me sienta cómoda al reconocer cada rincón de este lugar.
Caminamos lentamente rodeada de hombres, mientras que mi padre habla en voz baja por teléfono, cuida cada una de sus expresiones para no provocarme otra vez ansiedad, pero se que las cosas no están yendo tan bien como habían planeado.
Que me haya recibido con una explosión, no trae nada bueno, es su primer aviso, eso quiere decir que la paciencia se le está acabando y mis horas de libertad también lo hacen.
Salgo de mis pensamientos cuando escucho pasos a los lejos, me giro hacia las grandes escaleras de mármol.
La alfombra negra se expande con toda elegancia sobre ellas, con una lista roja en el medio ocupa toda la parte central, es algo muy emblemático de esta mansión, un símbolo de que estamos en al fortaleza de una de las mafias más poderosas que puede tener este mundo.
Mis ojos dejan de ver la alfombra y pasan al hombre que baja a paso rápido, con el pelo revuelto, la camisa arrugada y con sus ojos color miel mirándome intensamente.
Tan formal como siempre pero con un toque descuidado, seguramente por las horas despierto que llevara cuidando de mí como siempre.
En cuanto sus ojos me escanean de arriba abajo, suspira de alivio, mientras que se pasa su mano por su cabello castaño, volviéndolo a despeinar, haciéndolo ver aún más bello ante mis ojos.
Baja los últimos escalones, hasta estar enfrente mía, revisa cada parte de mi cuerpo, sin tocarme simplemente con la mirada calculadora que tiene en estos momentos, cuando comprueba que estoy totalmente bien, sin ningún daño físico, me atrae hasta sus brazos.
—Que susto me has dado—dice en un susurro cerca de mi oreja, mientras que sus brazos me encierran en una burbuja como siempre lo ha echo.
Sus muestras de cariño siempre han sido limitadas con todo a la gente, por eso que me abrace me hace sentir tan bien.
Sentir como toda mi ansiedad se va calmando, sus caricias en mi pelo me traen de vuelta por fin al mundo real, ya no estoy perdida en el pasado, ahora estoy anclada a este preciso momento con el abrazándome.
Pasan unos minutos hasta que se aleja y me coge la cara, me acaricia la mejilla sin dejar de sonreír, su sonrisa ilumina mi rostro.
Le sonrió por primera vez desde que le he visto, saliendo del estado en el estaba, volviendo a recuperar mi espacio personal me alejo un poco de el, dejando que sus manos caigan a ambos lados de su cuerpo.
El respeta mi espacio, sabe que soy muy delicada con el contacto, por eso simplemente coge mi mano, algo que no le niego.
Nunca lo haré, y menos a él.
—Hola hermano —le digo al fin encontrando mi voz en el fondo de mi mientras que noto como sonríe más ampliamente al escucharme.
Hacia poco nos habíamos visto, él había ido a visitarme al país en el donde vivía, habíamos pasado varios días juntos, incluso me había ayudado con los negocios, pero creo que los sucesos que han pasado hace menos de una hora, le ha echo alegrarse de verme otra vez.
De poder tenerme cara a cara, de poder ver que estoy completamente sana y salva en nuestro hogar.
—Hola enana—dice ese mote que tanto odio, pero que aún así amo que salga de él, me hace negar con la cabeza intentando ocultar la pequeña sonrisa que nace en mi.
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El sacrificio de la reina (+21)
Teen FictionUna chica que luchó tanto para desvincularse de la mafia, que solo ansiaba la paz de las pequeñas cosas de la vida.. Quién le diría a ella que se sacrificaría por las personas que más amaba, que dejaría absolutamente todo para adentrarse en las fila...