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Tokio/Japón


El padre de Tusaba, Osamu junto a su clan Yakuza Shiromatsu, recibe una visita quizás grata y hasta un poco incómoda por parte de un niño. El pequeño hace una reverencia ante todos y espera a que el anciano le indique que pude hablar.

—Adelante —habla con voz cansada, Osamu.

—El señor Seizu, me envía y pide que le dé un recado —empieza el pequeño a hablar. —Mañana a las tres de la tarde en las peleas de sumo, él tiene una propuesta que hacerle —concluye, esperando respuesta del anciano líder del clan Shiromatsu.

—Ya puedes irte —le ordena Tsubasa al niño, el cual, no se mueve de su lugar.

—Él espera que le lleve su respuesta —dice el pequeño.

Tsubasa se acerca un poco más a su padre esperando que lo vea, pero no lo consigue.

—Bien, dile que allí estare, ahora vete.

El pequeño se gira y sale de la habitación corriendo.

Tsubasa evita discutir con su padre y decide salir de la habitación molesto.

Al día siguiente, Tsubasa, prepara a todo el clan Shiromatsu para poder proteger a su padre. Tres vehículos llenos de japoneses y algunos coreanos con trajes elegantes y corbatas, respaldan a su líder.

Tsubasa acompaña a su padre y no intercambian palabra alguna, sabe que su padre está cerca de la muerte y lo único que puede hacer es dejar que aclare algunas cosas por su cuenta antes de que fallezca.

Los autos negros clásicos se detienen frente al local en el que se realizan las peleas de Sumo. Tsubasa sale primero del vehículo y luego deja que su padre salga, el anciano que utiliza un bastón para poder andar bien, toma su sombrero y lo coloca en su cabeza.

Apaso lento, pero seguro de quien es y de lo que él y su clan representa se abren paso hasta dentro del local.

Los hombres del clan Shiromatsu se quedan de un lado del local comandados por Tsubasa, los del clan contrario se encuentran frente a ellos. Todos observándose de la peor manera posible.

Osamu llega hasta el líder de los Seizu, un clan Yakuza de la ciudad de Kobe.

El anciano se retira su sombrero y de manera lenta toma asiento al lado del joven que promedia la misma edad de su hijo.

—¿Cuál es tu oferta? —pregunta Osamu, observando como los hombres obesos calientan antes de empezar su pelea.

—Dame todo, Osamu. Déjame Tokio a mi dominio y descansa en paz de una vez por todas —habla Akhiro cerca del oído del anciano, ya que los gritos de las personas que están por presenciar la pelea les interrumpe poder escuchar bien.

—¿Qué hay de mis hombres? —lo cuestiona Osamu, al joven líder del clan Seizu.

—Los dejare libres, pueden hacer lo que deseen —contesta Akhiro, viendo a los hombres del clan Shiromatsu entre ellos, Tsubasa.

—Tu propuesta me ofende, Akhiro. Estás tratando de faltarme el respeto —el anciano clava su mirada en los dos luchadores de Sumo, mientras los gritos de la gente los animan.

—No estoy intentando faltarte el respeto, Osamu, pero es una buena propuesta —replica Akhiro, sin temor.

—Akhiro —articula con dificultad el anciano, dirigiendo su mirada hasta al joven jefe de lo Seizu. —No sabes nada con respecto a la generación de tu padre y la mía —Osamu, se coloca su sombrero y observa directamente a los ojos a Akhiro—. Nosotros somos lobos, no perros.

La mente del líder de los Seizu vacila por unos segundos tratando de descifrar lo que el anciano y casi decrepito líder de los Shiromatsu quiere darle a entender.

—Dime Akhiro —llama la atención del joven del clan Seizu—. ¿Se pueden mantener lobos dentro de una cerca?

El anciano gira su rostro y observa a los luchadores de Sumo que esta vez intentan derribarse sin compasión.

—Tu silencio me dice que no —Osamu se levanta con la ayuda de su bastón. —Ve con cuidado en tu regreso a Kobe —sin decir más, el anciano le da la espalda al líder de los Seizu, y sale junto a su hijo y sus hombres del lugar.

—¿Qué quería? —cuestiona Tsubasa a su padre, antes de abrirle la puerta del auto.

The Black Angel FeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora