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El vuelo de Jeon está planeado para una hora y cincuenta y tres minutos, ¿podrá salvar a su lindo rubio en tan solo seis minutos?

—No puedo hacer nada, Jungkook —dice Hoseok, intentando calmar al pelinegro.

—Tú no, pero yo sí —se pone de pie de su cómodo asiento, saca su arma y camina hasta la cabina del copiloto.

Hoseok está a punto de seguirlo y detenerlo, pero Yoongi lo detiene.

—Déjalo —le pide a su amigo. Deja que pierda el control y agilice las cosas —añade con tranquilidad el mayor de los Jeon.

Jungkook llega a la cabina, abre la puerta y observa a los pilotos japoneses.

—Quiero que agilicen el vuelo —exige Jeon, intentando sonar cortes, aun sin mostrar su arma.

El piloto se retira sus auriculares y observa a Jeon.

—Lo siento, no podemos hacerlo —dice el piloto.

—Claro que pueden, los motivaré un poco —esta vez Jeon saca su arma y les apunta a ambos.

—Sube la velocidad a 700 km/h —le ordena el piloto al copiloto.

—A la orden capitán —el acompañante hace lo que le han pedido.

—Excelente servicio —sonríe Jungkook ladinamente cuando ha conseguido lo que quiere. —¿Cuánto tiempo tardaremos en estar en Corea? —pregunta.

—Aproximadamente en una hora señor, Jeon —contesta el capitán.

Jungkook ve el reloj de su celular y se percata que tendrá un poco más de tiempo para salvar a Jimin. Intenta despejar su mente y pensar bien lo que hará al llegar a Corea.

Jeon vuelve a tomar asiento mientras es observado por todos sus amigos y trabajadores.

—Yoon, dile a Ravi que lleve a los hombres que estaban de guardia a la pista de aterrizaje, debemos dejar de perder el tiempo —le pide Jeon a su primo.

—Como digas, Jung.

Yoon toma su celular y de manera rápida se pone en contacto con Ravi y le hace saber la orden de Jungkook.


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Ryuu, se encuentra en la sala, observa como Hiro duerme plácidamente sobre uno de los sillones polvosos y mal olientes de la vieja casa en la que se encuentran.

Una risa se escapa de los labios de Ryuu al escuchar un enorme ronquido proveniente de Hiro, deja de reírse cuando ve al otro japonés con una botella con agua en su mano, caminando en dirección a la bodega en la que Jimin se encuentra encerrado.

—¿Qué crees que haces? —lo cuestiona Ryuu, poniéndose de pie de la silla en la que tomaba asiento.

—Voy a darle de beber al chico —habla el japonés.

—No, no lo haras —Ryuu le arrebata la botella con agua y se encarga de ser el que le dé, de beber al rubio.

Abre la puerta y ve como Jimin se pone alerta.

—Solo soy yo, chico —camina hacia Jimin y le deja la botella frente a él.

Sin dudarlo el rubio la toma y bebe de está como si su vida dependiera de ello.

—Ya que estoy a punto de morir podrías decirme lo que significa todo lo que no sé —le pide Jimin.

—Eso no pasara, no puedo decírtelo cuando corro peligro de que nos escuchen —se excusa Ryuu.

—Debe ser muy malo —comenta Jimin, bebiendo más agua.

—¿Qué te hace pensar eso, hermoso? —pregunta Ryuu.

—Tú ocultas tu tatuaje, sino fuera tan malo no lo ocultarías ¿o sí? —el rubio lo observa fijamente.

The Black Angel FeatherDonde viven las historias. Descúbrelo ahora