Pasaron tres meses de volada y el vientre de Betty empezó a hincharse, revelando la nueva vida que traía dentro; Los Jones y los Cooper, como era de esperarse, contentos por la llegada de un nuevo nieto. Sus amigos por igual, al enterarse de la llegada de un nuevo bebé en la familia.
Emma y Jughead ya casi recuperaban esa relación padre-hija tan especial que tenían, y la rubia adolescente ya había olvidado casi por completo su primera decepción amorosa.
¿Ahora qué faltaba por hacer? Saber el género del tercer bebé y unos planes que Jughead tenía en mente y esperaba que se le dieran.
Hoy, temprano, Betty y Jughead ya habían llevado a los chicos a la escuela cuando el ojiazul condujo hasta el hospital, porque hoy correspondía cita para el embarazo de su esposa y hoy iban a saber el género del nuevo bebé.
Los nervios estaban a flor de piel en aquel consultorio, cuando Betty estaba sobre la camilla, con su vientre abultado expuesto cuando le pasaban aquel aparato, viendo la imagen de su bebé en la pantalla.
Aunque ya iban por el tercer y tal vez último hijo, esa emoción inexplicable al verlo por la pantalla seguía siendo la misma.
—Ahí está— Avisó la doctora, señalando la pantalla con su mano libre mientras pasaba el pequeño aparato sobre el vientre de Betty con la otra. —Felicidades, está en perfecto estado con veinte semanas—
—Lo veo. Mi bebé...— Dijo Betty, con una sonrisa mirando la pantalla y luego a su esposo. —¿Lo ves?—
Jughead asintió, besando la mano de la rubia y mirando la pantalla con una gran sonrisa. —Qué bebé tan hermoso, o hermosa. ¿Es un niño o una niña?— Preguntó, ansioso.
—¿Están listos?— Les preguntó la doctora.
—Por favor— Suplicó Betty, también bastante ansiosa.
—Estamos listos, doc— Aseguró Jughead, sin soltar la mano de su mujer.
Después de saber el sexo del bebé, Betty y Jughead asistieron a un par de reuniones del trabajo y luego fueron a buscar a sus hijos a sus instituciones educativas cuando ya fué hora.
Pero Emma estaba muy ansiosa mientras salía de la secundaria con sus amigos, deseosa por saber el sexo de su futuro hermanito o hermanita.
—Es que no lo sé. Cuando mis papás estén aquí ya van a decirme. ¿Qué será? Si es otro odioso niño como mi hermano Cody me tiro de un puente— Aseguró Emma, divertida.
—No seas mala con tu hermano Emma— La regañó Ángela, divertida. —Bueno, me tengo que ir. Nos vemos mañana. Emma... Después me dices si el bebé fué niño o niña— Pidió, retirándose.
—Adiós Angie, te quiero— Se despidió Emma, lanzándole un beso al aire.
—Adiós Ángela— Se despidió también Ian, para luego mirar a Emma. —Antes de que tus padres lleguen... Me gustaría hablar contigo—
—Te escucho Ian— Respondió Emma, con toda su atención en él.
Ian suspiró, nervioso, y no le dijo nada; Simplemente la besó. Fué un beso tierno y que no duró mucho, pero la dejó atónita.
Al separarse, ella lo miró con los ojos abiertos como platos y él se sonrojó de inmediato.
—Perdón, es que... Quería hacerlo y yo... Lo siento— Se disculpó, bajando la mirada.
Emma le sonrió con ternura y besó su mejilla. —Tranquilo Ian. No pasó nada—
En eso Emma escuchó la RAM de sus padres y supo que eran ellos. Se despidió de Ian y se fué, pero sin poder olvidar aquel beso.
Ese inesperado beso de supuestos mejores amigos.
Sin embargo, la ojiazul adolescente entró al vehículo, despeinó la cabellera de su hermanito y miró a sus padres. —Por favor ya díganme—
—No me quieren decir a mi— Se quejó Cody, de brazos cruzados.
—¿Qué?— Respondió Emma, mirando a su hermanito y luego a sus padres. —¿Por qué no nos quieren decir qué fué el bebé?—
—En casa les decimos hija— Dijo Jughead, divertido, mirándolos por el espejo retrovisor.
—Paciencia niños— Habló Betty, divertida.
—Si, sigan divirtiéndose con nuestro sufrimiento— Se quejó Emma, cruzando los brazos.
Llegaron a casa, y en el camino los chicos no dejaban de discutir con sus padres porque éstos no querían revelar el género del bebé.
—Mami por favor...— Suplicó Cody, siguiendo a su madre mientras ésta entraba a la casa.
—Voy a revisar tu cartera si no me dices— Dijo Emma, detrás de su madre.
—De acuerdo, está bien. Ya les diremos— Se rindió Betty, girándose a mirar a sus hijos.
—Es niña, hijos— Anunció Jughead, emocionado, acercándose a ellos.
—¡Sí! ¡Lo sabía!—Festejó Emma, dando saltitos y mirando a su hermano. —Te lo dije, enano—
—Oh...— Se lamentó el pequeño, bajando la mirada y luego mirando a su mamá. —Bueno... Seré el único hijo hombre de todos modos—
—Si es que mamá y papá no tienen otro bebé más adelante— Habló Emma.
—Oh no, hija. Ya cerraré la fábrica— Aseguró Betty, divertida. —Tres hijos es más que suficiente—
—Oh, mami... Te traje algo—Avisó Cody, sacando una rosa roja de su mochila y tendiéndosela. —La encontré en la escuela y quise traertela porque papá siempre te regala flores. ¿Te gusta?—
—Ay mi niño hermoso...— Respondió Betty, tomando la flor y besando la frente del pequeño de once años. —Es el mejor regalo que me han dado. Te amo mucho. Ahora ve a bañarte para que comas algo—
—Sí, mamá— Obedeció, con una gran sonrisa, largándose a correr a las escaleras para llegar a su habitación.
Emma miró a su hermano con una sonrisa y luego a su madre. —Bueno... Si así será cuando tenga una novia no le irá tan mal— Opinó, retirándose para también tomar un baño.
Betty sonrió y en ese momento se le acercó su esposo, poniéndose en frente y agachándose para besar su vientre de cinco meses, y reincorporandose para besar sus labios.
—Por eso prefiero enseñarles a mis hijos con el ejemplo— Habló Jughead, mirándola fijamente. —Los niños hacen lo que ven, y Cody es un gran chico y sé que también será un buen hombre que trate a las mujeres como se lo merecen. Eso es lo que le he enseñado y eso es lo que él ve—
Betty sonrió y lo abrazó. —Eres el mejor padre del mundo, Jug. Te amo—
—Te amo— Respondió Jughead, abrazándola y besando su cabeza.
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