—¡Suelta a mi esposa en este momento!— Exigió la voz gruesa y firme del ojiazul, apartando a Brett de su chica.
Brett los miró, irradiando enojo en su mirada mientras Jughead protegía a Betty entre sus brazos y ésta estaba asustada.
—Entonces te casaste con el— Habló Brett, muy enojado. —¿Qué es lo que él te da y yo no puedo darte? ¡Dime!— Se acercó, amenazante.
—¡Aléjate de ella o llamo a seguridad!— Amenazó Jughead, apartando a Betty de él.
—¡Basta Brett! ¡Este no eres tú!— Le pidió Betty, con los ojos cristalizados, mirándolo.
—¡Yo te amo, Betty! ¡Tienes que entender eso! ¡Te amo! ¡No puedes estar con él!— Exigió Brett, histérico.
—Señor, apártese— Le pidió un hombre enorme, fuerte, de traje, acompañado de otro similar.
—Vallase o lo va a lamentar— Le pidió el otro hombre.
Brett les lanzó una última mala mirada a los recién casados, y simplemente se fue. Betty temblaba y Jughead la contenía en sus brazos.
—Gracias muchachos. No sé que habría pasado si yo no aparezco y los llamo— Le dijo Jughead a los guardaespaldas, para después mirar a su esposa, que aún temblaba. —Betty, dame las llaves de tu auto para que los muchachos lo lleven a la casa. Tu vienes conmigo—
Betty lo miró y negó. —No... No es necesario. Yo...
—Betty— La llamó el ojiazul, serio. —Dale las llaves a los muchachos y ven conmigo, por favor—
Betty suspiró y terminó haciéndole caso a su esposo; Le dió las llaves de su auto a uno de los guardaespaldas para que llevara el auto a casa y se fue con Jughead, en el suyo.
Ella iba al lado del pelinegro mientras éste conducía, e iba en silencio, mirando por la ventana, como si pensara. Jughead la notó muy callada, pero no le dijo nada al respecto.
Llegaron a su enorme casa, el chico estacionó el auto y ambos bajaron; al entrar a la casa, Betty se sentó sobre el sofá y empezó a acariciarse el brazo que Brett le apretó.
Jughead se le acercó, miró su brazo izquierdo con atención, tocando con cuidado, y vió la enorme mano marcada en el delicado brazo de la rubia, algo que lo llenó de impotencia.
—Hijo de puta...— Murmuró, mirando el brazo con el moretón, para mirarla a ella, que lloraba en silencio. —¿Qué pasa? ¿Te duele?—
—Un poco— Respondió la ojiverde, limpiándose las lágrimas. —Pero lo que más me duele es que yo nunca lo había visto así. Te juro que Brett es el chico más dulce del mundo. Es mi amigo desde hace un tiempo y nunca conocí ese lado de él. Creo que... Creo que es mi culpa. Lo lastimé—
—Betty, no— Negó Jughead, posando una mano en su mejilla. —No es tu culpa. Mira... Con el tiempo, vamos descubriendo quien es quien en realidad. Y te aseguro que si él te quisiera tanto como lo dijo, no te hubiese querido lastimar. Repito... No es tu culpa, Betty—
—No lo sé. ¿Entonces por qué me siento tan mal por él?— Preguntó Betty, con una lágrima descendiendo por su mejilla.
—Porque tienes un corazón de oro— Aseguró Jughead, sonriéndole mientras limpiaba sus lágrimas. —Pero ya no estés así. Voy a buscarte algo para ese brazo, no tardo— Le avisó, poniéndose de pie y retirándose a la cocina.
Jughead buscó una compresa fría y se la dejó a Betty en el brazo por un momento, y luego buscó una crema para aplicarle en el moretón y así relajar el músculo adolorido.
Le daba coraje que la lastimaran, porque sus ganas de protegerla eran más que el mismo.
Y ella, en cambio, se sentía tan segura y plena con él por la manera en la que la cuidaba...
—Esa fea marca va a desaparecer pronto— Aseguró Jughead, poniendo la crema sobre la pequeña mesa frente al sofá, para entonces mirarla con atención. —¿Ya no te duele?—
Betty negó. —Ya no, gracias— Le sonrió.
—No fue nada. Pero no me agrada que andes sola por ahí, con tantos locos sueltos. Es peligroso— Dijo Jughead, preocupado.
—Descuida, no hay de qué preocuparse. Tendré más cuidado, lo prometo— Aseguró Betty.
Jughead le sonrió, e hizo un silencio. —Dime una cosa, Betty—
—Lo que quieras— Aceptó la ojiverde, con toda su atención en él.
—Ese chico Brett... ¿Fué tu novio o algo así?— Le preguntó.
Betty negó. —Buenos amigos desde unos años. ¿Por qué?—
—Por nada. Pero... ¿Sentiste algo por el una vez?— Preguntó Jughead una vez más.
—Claro que no. Por eso estaba tan enojado. Me confesó su amor y yo no pude corresponderle— Confesó Betty, haciendo un silencio mientras lo miraba. —¿Por qué me haces éstas preguntas?—
Jughead negó rápidamente. —Por nada. Pero... Ya no hablemos más de él. ¿Qué te parece si salimos mañana en la noche? Así olvidas los malos ratos y disfrutas un poco—
Betty asintió, con una sonrisa. —Mañana tengo poco trabajo. Puedo aceptarlo—
—Perfecto, mañana te doy la hora— Contestó Jughead, poniéndose de pie mientras la miraba. —¿Tienes hambre? Puedo preparar algo para ti—
—Tengo hambre, pero no puedo dejarte sólo en la cocina. Te ayudo— Se ofreció Betty, poniéndose de pie con una sonrisa.
—Oh... ¿Porque soy hombre?— Preguntó, divertido.
—Claro que no, torpe. Es que quiero echarte una mano para no dejarte todo a ti sólo en la cocina— Contestó Betty, divertida.
—Es que quiero consentirte, no que me ayudes. Déjame demostrarte lo que mi mamá me enseñó— Pidió Jughead, dirigiéndose a la cocina.
Realmente Jughead dejó a Betty asombrada; Sí que sabía cocinar, enseñado por su madre Gladys. Después de la cena, recoger la mesa y lavar los platos juntos, tomaron un baño y se metieron en sus pijamas para irse a dormir.
Jughead en su lado, y Betty en el suyo. Ni siquiera habían tenido intimidad, como una pareja normal de recién casados.
—Jughead...— Lo llamó Betty, mientras miraba el techo.
Jughead la miró. —¿Si?—
—Gracias por todo— Agradeció en voz baja, abrazándolo en la cama. —Por hacer que éste matrimonio no sea tan malo—
Jughead sonrió, sintiendo su cuerpo cerca del suyo, y la rodeó con su brazo, pegándola más a él. —Es un placer. Descansa—
Eso fue ❤️❤️❤️
Creo que van por buen camino...
Samy ❤️
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°Dulce Matrimonio° 'Bughead'
Fiksi Penggemar¿Qué pasaría si tuvieras que casarte por conveniencia?