Tener un nuevo bebé en casa no fué nada fácil; Otra niña de la cuál hacerse cargo y que no dejaba de llorar sin parar por las noches, sin mencionar que necesitaba atención las veinticuatro horas del día. Pero afortunadamente sólo fué durante el primer mes, y la pequeña Chloe ya tenía seis meses. Dormía sus noches completas y era una bebé muy curiosa y llena de vida.
Se convirtió en el rayito de luz de la casa junto a sus hermanos, que lo eran todo para sus padres. Las aguas de la familia Jones Cooper por fin estaban en calma, pero aún habían cosas pendientes.
En casa, había mucho ajetreo; Los chicos debían ir a la escuela y sus padres debían ir al trabajo, sin mencionar que también debían asegurar a la bebé. Esa era la parte no tan divertida de ser adultos y tener una familia.
—Vamos niños, vamos— Los apresuró Jughead mientras se terminaba su taza de café.
—Creo que me llevaré a Chloe conmigo— Avisó Betty, acercándose a su esposo con la sonriente bebé en sus brazos.
Jughead sonrió y tomó en sus brazos a la bebé, empezando a dejar repetidos besos en su mejilla. —Chiquita hermosa de papi... ¿Cómo está la bebé más hermosa?— Miró a su esposa. —Si te la vas a llevar, yo iré por ella después a tu oficina amor. Hoy tengo pocos trabajos que hacer—
—Está bien— Aceptó Betty, mostrando una pequeña sonrisa y mirando hacia la mesa en la que su hija mayor terminaba de desayunar y su hijo Cody bajaba las escaleras. —¡Apúrense, ya nos vamos!—
Minutos después, ya todos estaban en el auto; Los tres menores detrás y sus padres adelante, Jughead en el volante y Betty de copiloto. Primero llevaron a Cody y después a Emma, para después irse al edificio con la bebé. Aún teniendo la oportunidad de dejarla con los abuelos o con Lola, ellos preferían llevarse a su hija con ellos los días que no iban a tener tanto trabajo, aún sabiendo que podían dejarla hasta con una niñera.
Llegaron al edificio y entraron al ascensor, y mientras iban subiendo se miraron con una sonrisa.
—Hace unos años yo entré aquí y ví a una linda chica, y ahora esa linda chica sostiene a nuestra tercera hija en sus brazos— Admitió Jughead, mirando a Betty con la bebé en brazos, sonriendo.
Betty sonrió, mirando a su esposo. —No me imaginaba que ese apuesto chico iba a ser mi esposo y el padre de mis tres hijos—
Al llegar a su piso, el ascensor se abrió y cuando salieron del mismo, se despidieron con un tierno beso.
—Te amo. En un rato vengo a ayudarte con ésta pequeña— Dijo Jughead, mirando a la bebé y acercándose para dejar varios besos en su carita. —Te amo, princesita hermosa—
La bebé soltó una risa mientras su madre la acomodaba entre sus brazos.
—Te amo Jug. Nos vemos en un rato— Anunció Betty, retirándose.
Jughead sonrió, viendo a su esposa retirarse con la bebé y él se fué a trabajar también.
En la secundaria, Emma iba saliendo del aula y no veía a sus amigos, hasta que Ian se le apareció, pegándole un susto.
—Por Dios...— Murmuró la rubia ojiazul, llevándose una mano al pecho. —Me asustaste—
—¿Tan feo soy?— Preguntó Ian, divertido.
Emma sonrió con diversión. —Tontito. ¿Dónde está Ángela?—
—Está con su grupo de poesía. ¿Salimos a dar una vuelta?— Preguntó el chico.
Emma asintió y los dos salieron al jardín de la secundaria, y empezaron a caminar uno al lado del otro.
—Todo está muy tranquilo. Chloe ya no hace escándalos en la noche, es muy linda. Ojalá vieras cómo se pone cuando ve a papá— Contó Emma, contenta.
Ian se encogió de hombros, mirando a Emma. —Lástima que no tengo hermanos menores. Pero te prometo que defenderé a Chloe como si fuera mi hermanita—
—Ese trabajo ya lo tiene Cody. Él no la quería y ojalá vieras cómo le habla y como la abraza— Dijo Emma, divertida.
Ian se detuvo frente a Emma y la miró fijamente. —También estoy dispuesto a darlo todo por ti, Emm—
Emma sonrió y miró fijamente a su mejor amigo; Se miraron y una especie de magia los rodeó, haciendo que se perdiera uno en la mirada del otro.
Fué tan mágico que ninguno de los dos de dió cuenta de cuándo se acercaron tanto, y sus labios se juntaron en un beso lento y cálido que ambos coordinaron hasta juntar sus lenguas en un movimiento contínuo y perfecto.
Cuando se dieron cuenta de lo que estaba pasando, se separaron. O más bien, Emma se separó de golpe.
—¿Qué ocurre?— Le preguntó Ian, extrañado. —¿Estás bien?—
Emma negó, con los ojos cristalizados. —No... No. Esto no está bien— Contestó, largándose a correr.
—Emma... ¡Emma!— La llamó Ian, siguiéndola.
Emma corrió hasta perderlo de vista, y entró al edificio de la secundaria hasta que chocó con otro chico.
Y era un chico con el que no le agradó encontrarse.
Era Jeremy.
Emma lo miró, limpiándose las lágrimas. —Perdón. Yo... Ya me iba—
—Espera— La detuvo Jeremy, tomándola de la mano y mirándola fijamente. —Te estaba buscando—
—¿Qué quieres de mi?— Preguntó la ojiazul.
—Recuperar lo que teníamos— Admitió el chico. —Las chicas de ésta escuela son unas básicas, son todas iguales. Pero tú... Tu eres diferente Emma. Eres única, auténtica. Dame otra oportunidad—
Emma negó, con lágrimas. —Eres un imbécil, Jeremy. Me humillas, solo me querías para tener sexo y cuando no te lo di, me humillaste y me trataste como una estúpida. Pensé que me querías y que eras el chico perfecto. Pero eres un patán, Jeremy. Aléjate de mi—
